Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

jueves, 1 de agosto de 2013

Libro

HISTORIA DE LA MÚSICA POPULAR MEXICANA

Agustín Lara y sus contemporáneos

Las Letras (continuación)

Talismán

Tú llegaste a mi vida
con un supremo malestar de amor,
yo te sentí perdida
y te brindé la paz de mi dolor.
[Lara]

Cabellera Negra

Azabache magnífico
perfumado y brillante
espejismos de amores
que viven un instante.
[Lara]

He Querido Olvidar

Con tímido rubor
de aguas tranquilas
murió la luz del sol
en tus pupilas,
y ante el milagro azul
de sus despojos
mi vida fué un altar
para tus ojos.
[Curiel]

Sin embargo, en las letras larianas es posible percibir elementos que van más allá de la simple cursilería. “Mujer” es el ejemplo perfecto de letra original de Agustín Lara, llena de imágenes sorpresivas y asociaciones inesperadas:

Mujer alabastrina
tienes vibración
de sonatina pasional!...

En tanto que “Rival” juega valsísticamente con las contradicciones freudianas:

Mi rival es mi propio corazón
por traicionero,
yo no sé cómo puedo aborrecerte
si tanto te quiero, etcétera.

Carisma

Durante los años veinte, la más efectiva difusión de las canciones de moda se realizó en los teatros de revista. La empresa del Lírico armaba semanalmente la trama efímera de una revista y en esas producciones al vapor encontró acomodo toda la inspiración de las nuevas generaciones de compositores. El Año 1927 fué significativo: en remembranza de los Mosaicos nacionales de Celia Montalván (1923), el Teatro Lírico convocó un concurso de canciones mexicanas, a cuyo efecto se organizó una especie de feria en las calles de Medina (hoy República de Cuba), con profusión de focos tricolores, banderas mexicanas, flores y bandas de música. Allí se vieron por vez primera los trajes típicos de distintas regiones, así como los conjuntos de mariachi. El Teatro Politeama pronto aprovechó las producciones de todos los premiados, programando así diariamente sus canciones en sus afamadas revistas. Este aparato publicitario todavía ingenuo fué, sin embargo, suficiente para lanzar a la fama al ganador de un segundo premio con la canción “Imposible”.

La amplísima difusión editorial de sus canciones (treinta y ocho para 1929 y ciento cincuenta para 1935), más su presencia constante en los teatros de revista, pronto convirtieron a Lara en la figura más familiar y conocida del público. Quien hubiera asistido al Teatro Politeama en aquellos años se habrían encontrado con un hombre delgado que improvisaba libremente al teclado (a veces con cierta incoherencia) antes de enunciar sus canciones en tembloroso recitativo. Pronto le fué necesario tener intérpretes que se hicieran cargo de sus obras frente a un público cada vez mas demandante. Juan Arvizu, Néstor Mesta Chaires, el trío Garnica-Ascencio, Maruja Pérez, Ana María Fernández, Toña la Negra, Pedro Vargas, Luis G. Roldán, Elvira Ríos, Ana María González, Chabela Durán, etcétera, son unos cuantos de los innumerables intérpretes que surgieron bajo los reflectores de la fama de Agustín Lara.

Al iniciarse las transmisiones de la radio comercial, Lara quedó automáticamente incrustado en un engranaje publicitario que cubría todo el territorio nacional. No bien iniciadas las actividades de la XEW en 1930, Lara obtuvo un programa propio: La hora azul, que le atrajo una audiencia gigantesca. El programa era diario y, por lo menos, Lara estrenaba una canción cada semana. Los trozos poetizados de su vida, su lánguida ejecución pianística, los reproches apenas musitados, la tristeza límpida y febril de sus canciones, más el refuerzo sonoro de su orquesta El Son de Marabú, capturaron para Lara y sus patrocinadores un público que abarcaba todas las clases sociales. De esta manera, Lara también fué un pionero de la difusión masiva. La década de los treinta marcó el principio de una nueva comercialización de la canción mexicana: los pioneros fueron RCA Víctor de Nueva York y la Southern Music Publishing.

Una selección estándar de canciones se impuso por primera vez sincrónicamente a todo el país. A partir de ese momento, Lara afianzó su propio mito (no muy diferente de las estrellas a la usanza estadunidense). Todo rumor contribuía a asegurar su mercado y el mito que lo sostenía. Tal es el caso de la chica que se suicidó dramáticamente después de escuchar uno de sus programas. El auge radiofónico liquidó el de muchos compositores populares como Lerdo de Tejada y Esparza Oteo, para imponer la proliferación del bolero y la canción citadina. El alarmado Manuel M. Ponce comentaba: “He estado en una hacienda, en el interior de México, muy lejos del ferrocarril, pero donde sí hay radio, y los chicos cantan esas palmeras borrachas de sol. Han matado la música vernácula. Ahora leemos las opiniones en un certamen de El Gráfico, y un niño de Toluca ha confesado que nunca había oído otra música que la de Agustín Lara”.

El mito y sus opositores

Crea canciones y échate a dormir.

Todo mito provoca reacciones. La fama y la influencia del músico-poeta amenazaron la misma existencia de mitos más antiguos, tradiciones o intereses más acendrados; concretamente, la moral y la mexicanidad que, para los detractores de Lara, estaban siendo minadas por sus canciones.

(continuará…)

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