Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

miércoles, 1 de mayo de 2013

Historia

Salvatierra, una Lectura Profana

Nuestra Madre Santísima de la Luz

De la espléndida investigación de Melchor Vera, a través de María del Socorro Aranda y Nava, en su trabajo: ¡Gloria y Honor a la Reina, Protectora y Patrona de Salvatierra!, se desprende que la imagen tiene una altura de 69 centímetros, pero su grandeza –afirman- es infinita, como sin número son los milagros recibidos por sus fieles y el amor que en estas tierras le profesan, desde que Nicolás Tamayo la encontró: sucia, maltratada, sin rostro ni manos, pero irradiando luces, porque la efigie de pulpa de caña de maíz, resina y goma de orquídea “Tatzique”, pudo por circunstancia fortuita estar en abandono, no así su esencia divina, su esencia de madre, que aún en las peores circunstancias alienta y guía a sus hijos.

Así esta hermosa Historia de una Virgen Abandonada

Maria del Socorro Aranda y Nava, en las recopilaciones de su libro: ¡Gloria y Honor a la Reina, Protectora y Patrona de Salvatierra!, narra el hallazgo según la versión de don Vicente Ruiz Arias: “en 1631”, estando Juan Miguel en un jacal que fue de un indio que se llamó Juan Viejo, quien había muerto en la peste, encontró una talla de La Limpia Concepción de Nuestra Señora, de la Virgen María que era nada menos que la actual Virgen de la Luz. La sacó y la limpió y en compañía de un indio nombrado Gabriel, la llevaron a la iglesia del convento de San Nicolás”.

Múltiples versiones recopiladas en este ensayo, hablan de los rayos que desprendía la Virgen para que fuera vista por los pobladores y rescatada del majadero lugar. Para algunos que siguen la tradición oral, eran luces que desprendía su cuerpo, luces doradas y azules, rojas como llamas, por eso se alertaba de un incendio y al llegar no había ningún siniestro. Era ella y su anunciación para quedarse por siempre en estos valles. Si usted ha tenido la oportunidad de observarla desde el coro, como podemos afirmar y solventar con recursos fotográficos digitales, el 2 de febrero de 2011, durante la misa, la Virgen desprendía luces, volutas multicolores. Efecto óptico para quienes son escépticos, amor y salud para los creyentes. Pero efectivamente parecía desprender llamas ante esa multitud.

Lo vimos, desde luego que lo vimos y no porque estemos ungidos, sino porque en esos momentos en que oficiaba, éramos parte del colectivo al que Nuestra Madre Santísima de la Luz nos colmó de bendiciones, nos limpió con la luz esparcida en ese soberbio edificio: Santuario Diocesano de la Virgen de la Luz, que de acuerdo con el bello libro Rutas de Guanajuato, en su capítulo “La Ruta del Arte Sacro”, fué construido en 64 años, de 1744 a 1808, cuando ya la efervescencia libertaria del país anunciaba la Guerra de Revolución de la Independencia de México. Ahora a 200 años de distancia.

Habría que recordar que Salvatierra, al tener una población casi exclusivamente de españoles, fué la primera en ostentar la categoría de ciudad, entre todas las que conforman el Estado de Guanajuato, dejando así atrás su nombre de San Andrés de los Chochones. Sin embargo, guarda su esencia con el título de San Andrés de Salvatierra en su Escudo de Armas. El sol parece derretirse en las cruces del atrio, dar suaves pinceladas a las que están dentro de los templos, pero... detengámonos un momento para reflexionar sobre la cruz, que es símbolo de la fecundación de la tierra por el sol.

El bello e importante libro Antropología de la Religión del Dr. Mariano Amaya Serrano, nos dice que al Sol corresponde el palo vertical de la cruz (o trazo del rayo que cae) –aun cuando científicamente esté comprobado que los rayos suben, se desprenden de la tierra, de negativo a positivo-. A la tierra corresponde el madero horizontal, sobre la que se posa ese rayo.

Números

Y los números que encierra esta advocación en Salvatierra y de la suerte que corrieron sus hijos los jesuitas, que mucho antes de ser expulsados de la Nueva España, llevaron a Nuestra Madre Santísima de la Luz a Guanajuato... ¿dicen algo? ¿Hay casualidad? ¿Casualidad acaso? La imagen de Nuestra Madre Santísima de la Luz data de 1539, que suman 18=9, tres veces tres. El tres es la perfección, por tanto tres veces perfecto.

Para Pitágoras, metafóricamente, el Uno es el número no divisible y de ahí se desprende la naturaleza primaria de coexistencia de los números, que tienen ésta como primera definición. El Uno también representa lo que no tiene límite. Es el símbolo del Padre Creador. El Uno es además el Sol; la nota musical Do; el blanco en los tonos. Todo lo que tiene inicio es un Uno.

El Tres entonces para el maestro de Samos, es el origen total cósmico, la nota musical Mi y, en la geometría, cualquiera de los cuatro triángulos. Es la cualidad, el entendimiento e integración a la que accede la inteligencia, como consecuencia de la multiplicidad y discrepancia, y representa las tres dimensiones. “El mundo real es triple –dice Pitágoras- ya que de igual modo que el hombre está compuesto por tres elementos distintos, fundidos unos con otros: alma-cuerpo-espíritu y en el universo las tres esferas concéntricas: los mundos natural-humano-divino”. Tres esferas como las órdenes de Francisco.

Así pues, si tres es perfecto, nueve es tres veces perfecto por contenerlo. Es el Bemol en la música, tres triángulos en geometría y el color rojo. Si los dígitos de la fecha en que se estima fué tallada la imagen de Nuestra Madre Santísima de la Luz suman nueve, tres veces tres, es la perfección en la mujer elegida para ser la madre de Jesús y de la humanidad, la madre de los salvaterrenses.

¿Por qué de pasta y pulpa de caña de maíz, de resina y goma de orquídea? Porque son elementos que remiten a la fertilidad de la tierra, qué más representativo de las entrañas que la pulpa de la caña de maíz, alimento natural del mexicano hasta nuestros días. Y la resina como aglomerante, es símbolo de unidad en la pureza, por ser el llanto de los árboles que la producen...

La advocación mariana de Nuestra Madre Santísima de la Luz nace en Palermo, Italia, por el año de 1722, que suman 12, por tanto tres, lo que nos remite a las grandes trilogías: Padre, Hijo y Espíritu Santo; el orden filosófico, religioso y moral; el padre, la madre y el hijo; Osiris, Isis y Horus, para los egipcios; Nara, Nâri y Virâj, en la religión brahmánica; y para la Caldea: Anu, Nuah y Bel. Tres son los números que sumados y multiplicados dan el mismo resultado. Tres forma la escuadra de 45°, y tres la de 60°, y la suma de sus ángulos el círculo. El Todo. Dios.

Una Virgen de Todos

El sol marca temprano la ruta que se ha vuelto contradictoria, los hijos maldecidos y excomulgados custodian ahora su templo perpetuados en calles: Morelos en la retaguardia; Hidalgo en el flanco derecho y Manuel Dobado en el izquierdo. También están Juárez, Leandro Valle, Santos Degollado, Escobedo, Ocampo, Guerrero y Altamirano. Están los recuerdos de Hidalgo en aquel 12 de octubre de 1810, cuando pasa con su ejército rumbo a Acámbaro. Durmió, si es que lo hizo, en el Mesón de la Luz.

Sebastián de la Fuente, Comisario del Santo Oficio y Capellán de Capuchinas, lo acusó de llevar una amasia apodada “Natera”. Se dijo que la había hospedado en la casa del Dr. Mariano Servín de la Mora. La misteriosa joven que acompañaba a Hidalgo en los primeros días de lucha por la independencia, era María Luisa Gamba, “La Fernandina”. El Maestro Fernando Benítez afirma que los historiadores a favor de Hidalgo, aseveran que era la hija de un prisionero español, a quien el cura ofreció liberar y por ello viajaba disfrazada de hombre.

Sus detractores aseguran que la joven fué uno de sus misteriosos amoríos. Las sombras se van pegando a los muros, con sus historias y fantasías, con la vida de cada ser que pasa y es capturado en la biblioteca lapidaria de San Andrés de Salvatierra, porque en sus porosos muros se van guardando las historias y también los secretos más íntimos. En medio de esa ciudad, en el silencio absoluto del templo, entre finos géneros y neles de metal precioso, fuera de los cristales que guardan los excelsos bordados y las joyas, sin aretes, collares, gargantillas, dijes, esclavas y anillos, sin el peso del valioso metal, está la Virgen, Nuestra Madre Santísima de la Luz, que aguarda paciente sus fiestas para salir y transitar entre sus hijos.

No es la Virgen del altar, nuestra milagrosa Madre Santísima de la Luz, es una réplica para estar con el pueblo. Abajo del sagrado camarín, sonríe en el museo, su terso rostro denota alegría y su mirada infinita consagra lo que son su vista baña. Es la virgen del altar, nuestra milagrosa Madre Santísima de la Luz, es una réplica para estar con el pueblo. Abajo del sagrado camarín, sonríe en el museo, su terso rostro denota alegría y su mirada infinita consagra lo que con su vista baña.

Es la Virgen que a todos acompaña, que en andas recorre calles con nombres de próceres, rodeada de fervientes creyentes y de traviesos niños que van, con los años, aprendiendo a adorarla entre el tronido de cohetones y las efímeras luces del castillo de pólvora y carrizo. En esa quietud la vemos, ya sin el estruendo de la música y la algarabía, despojada de las plateadas nubes, que fueran fauces de un ser maligno queriendo devorar a su hijo.

Ajena al oro y la plata, a las joyas y el boato, sin el bastón de mando que le colocara Agustín de Iturbide, al nombrarla Patrona de la Guarnición de Civiles y para 1815 General de los Ejércitos de Mar y Tierra, imponiéndole las insignias de la banda y el bastón de mando, ella, Nuestra Madre Santísima de la Luz, se mezcla con su pueblo, va con ellos y bendice con la mirada, no sólo a quienes la acompañan festividad tras festividad, sino también sus casas, sus hogares; por eso los patios traseros brillan, porque ahí está la intimidad, la historia personal y colectiva. Su pueblo.

Algunas Consideraciones

El 2 de julio de 1732 –una década después de que una moja la visionó evitando caer en las fauces de un monstruo maligno, mientras sostenía su alma en la mano derecha y con el brazo izquierdo cargaba al Niño Jesús- llegó a la iglesia jesuita de León, Guanajuato. La casualidad obedece al padre José Genovesi, quien sorteó la imagen, pintada por un artista en 1722, para que fuera trasladada a alguna fundación de la reciente Compañía de Jesús –fundada por San Ignacio de Loyola-, siendo en “suerte” trasladada a León. Esta iglesia, desde el año 2005, fué denominada Basílica Catedral Metropolitana de Nuestra Madre Santísima de la Luz.

La Virgen María en esta advocación, aparece vestida con una túnica blanca, un manto azul, que simbolizan la pureza y la castidad, sobre un fondo amarillo y dorado, símbolos de poder y de lo infinito. El Niño Jesús, en esta visión de la monja de Palermo, escoge de una cesta ofrendada por un ángel, un par de corazones ardientes, que simbolizan: la caridad y el amor a Dios. Sobre la cabeza de nuestra Madre Santísima de la Luz están dos ángeles, que la coronan como reina del cielo. A sus pies está la amenaza de un monstruo, el Leviatán, con las fauces abiertas. La figura del Leviatán fué censurada desde 1760 y sustituida por unas llamas para aludir al Purgatorio o por nubes oscuras que simbolizan el pecado.


Tomado del Libro: “Salvatierra, una Lectura Profana”
de Luis Montes de Oca y Sergio Hernández Saucedo


Historia y Evolución de Salvatierra

La Vida Colonial Salvaterrense, 1644-1810 (continuación)

La población, los impuestos y la economía.

Veinte años después, en 1774, las informaciones sugieren una disminución de la población española, mestiza y de otras castas, y el aumento de la población indígena. La población la formaban 300 familias españolas, mestizas y mulatas, y sugieren 1000 familias de lengua otomí. Además de españoles, criollos, mestizos e indios, en la ciudad y su jurisdicción hubo una significativa presencia de negros y mulatos, que contribuyeron en nuestra conformación social, echando por tierra la vieja pretensión de una fundación puramente española. Para el año de 1790, la población ascendía a 24,995 habitantes, la mayoría de raza indígena con el 50% mestizos y otras castas el 26%, y españoles y criollos con el 24%.

Con esta presencia, también llegó a Salvatierra la esclavitud y el consecuente comercio de esclavos, no como actos aislados, sino como una actividad cotidiana de índole económica. Por ejemplo, en el libro de protocolos del escribano público don Pedro Marcos Santurio, para el año de 1746, destacan las siguientes operaciones de compraventa formalizadas mediante escritura pública en este rubro; el 6 de febrero, Dña. María de San Pedro Alcántara y Arenas, viuda del capitán Juan Gómez de Carandia, compró cinco piezas de esclavas mulatas; el 7 de marzo, el Pbro. José de Esquivel y Vargas, compró una esclava mulata, de las que había adquirido Dña. María de San Pedro; el 3 de agosto, don Lorenzo Rodríguez, alcalde ordinario de Salvatierra, compró un esclavo negro llamado Andrés Francisco. Existen también operaciones de compraventa en paquete, como la realizada por don Juan Tomás Martínez de Chagoyán, quien vendió a Dña. Luisa de la Paz y Ojeda, un esclavo negro de nombre Jacinto Antonio junto con una recua de 15 mulas que él atiende y trabaja.

Durante el periodo colonial, los españoles en México llevaban cuentas tanto en el dinero para contar como en dinero de circulación real. Los tipos más importantes de dinero para contar eran los pesos de oro en minas (o de metal oro), que valían 450 maravedís, y los ducados, que valían 365 maravedís. Cada peso se dividía en ocho tomines, después de los primeros años de la Colonia, el dinero de circulación real consistió en pesos de plata, llamados pesos de oro común, con valor de 272 maravedís. Cada peso se dividía en ocho reales, y cada real en doce granos. El común denominador para los varios tipos de dinero empleado era su valor en maravedís, que en un tiempo fué una moneda española de plata. Fuese cual fuese el tipo de dinero que se llevaba en los registros, los pagos se hacían en pesos de plata (de oro común) y en reales o fracciones de estos.

Sumamente complicada era la recaudación y distribución de los impuestos que aplicaba la Real Hacienda, en lugar seguir con un sistema establecido, tenía una estructura amorfa que se iba adaptando a las necesidades de la corona. En Salvatierra los impuestos eran concentrados en Zelaya por ser esta la cabecera de la alcaldía mayor. Básicamente eran dos, los impuestos substanciales con los que la población contribuía a su majestad. Las Alcabalas, era el impuesto que se pagaba sobre el valor de las mercancías compradas, generalmente la tasa fué de un 10% y la Media Anata, que se pagaba sobre las actividades productivas realizadas durante un año. a relación entre dinero, impuestos y grupo social o casta, fué la base fundamental para pagar las contribuciones, cuando un individuo nacía era registrado en el curato, haciendo constar en su acta de bautismo el grupo social o casta a la que pertenecía, conforme a esto pagaba su impuesto. En Salvatierra se cobraba además de a los españoles y criollos, a los mestizos, mulatos e indígenas, todos pagaban, tanto en las haciendas como en la ciudad y sus barrios, unos pagaban en forma mensual, y otros a través de las rentas anuales que pagaban a los hacendados o terratenientes por las tierras labradas.

Sobre el impuesto de Media Anata, el matrimonio indígena pagaba anualmente 18 reales, el mulato 3 pesos (24 reales), las otras castas entraban en esta clasificación, para los mestizos el impuesto era más alto, para los viudos y solteros el monto variaba según el grupo social al que pertenecían. Este impuesto era el más amplio, pues se pagaba: por las mercedes de aguas y tierras, los empleados públicos y los oficios como trapicheros, obrajeros, barberos, carpinteros, etc., los oficios públicos como los alcaldes ordinarios, regidores, etc., las poblaciones con título de ciudad, por los privilegios que gozaban, los títulos mobiliarios, y los estancos, que eran aquellas actividades en que el gobierno tenía el monopolio, como la pólvora, los naipes, el tabaco, la sal, etc., donde el gobierno nombraba comisarios y administradores de las fábricas.

El comercio en Salvatierra fué muy activo: existían tiendas y mercaderías, las semillas y los frutos regionales, se producía en gran medida el vino y el aceite, las propiedades de los frailes Agustinos en San Nicolás producían tal cantidad de harina y vino para consagrar, que de éste último producto llegó a surtir a toda la Nueva España, el curato recién secularizado, sembraba 1,500 fanegas de maíz, 860 cargas de trigo y 200 fanegas de frijol, garbanzo y hortalizas. Los estancos u oficios restringidos por tener el gobierno el monopolio se incrementaron. El pulque a partir del siglo XVIII fué un negocio próspero, lo que incrementó los derechos y su administración por parte de la autoridad, en 1746, los productores de Salvatierra entablaron un juicio por el exceso de derechos que les cobraron. En 1793, don Joaquín de Ynza y García obtuvo el permiso para establecer una fábrica de salitre y pólvora en la ciudad. Para la década de 1800 a 1810, las ciudades con más pujanza económica en la intendencia de Guanajuato eran León, San Luis de la Paz y Salvatierra.

Los gremios tuvieron un gran auge durante la vida colonial salvaterrense como lo indican las ordenanzas al respecto, se otorgaron una gran cantidad de licencias para herrar ganado, como la otorgada en 1751, a la cofradía de naturales de Nuestra Señora de Asunción de Urireo. Una causa negativa en la economía salvaterrense, que si bien permitió un crecimiento, no produjo un desarrollo como ciudad, fueron los bienes conocidos como bienes de manos muertas, eran éstos, las propiedades y tierras pertenecientes a la iglesia y a los mayorazgos, que no podían ser partidos, en el caso de los mayorazgos, los heredaba en forma íntegra el primer hijo varón. en nuestro caso, grandes extensiones de tierra pertenecían a las órdenes religiosas de los Agustinos y Carmelitas, y el mayorazgo de Tarimoro perteneciente a los Marqueses de Salvatierra, permaneció íntegro durante toda la Colonia. Esta situación no permitió la diversificación de la economía salvaterrense, era costumbre de la época que los grandes terratenientes se limitaran a arrendar sus propiedades, lo que provocaría una decadencia y atraso durante la primera época independiente.

Tomado del Libro: “Historia y Evolución de Salvatierra”
de Miguel Alejo López


Aztlán: Origen y Destino

América Salvaje, Europa demoníaca

Los siglos XV y XVI fueron los de máximo esplendor para el pueblo Azteca, logrando convertirse en uno de los imperios más grandes que han existido en América, con una población tributaria para el centro administrador que se encontraba en Tenochtitlán de 30 millones de contribuyentes, que ya los quisiera en este momento el SAT, nuestra gran recaudadora fiscal mexicana, a la que más de la mitad, se le va sin pagar. A la llegada de los españoles, Tenochtitlán, la ciudad principal del Imperio Azteca, tenía cien mil habitantes. Población sólo comparable en número de habitantes, en ese tiempo, con ciudades como París, en Francia, o Venecia en Italia. Entonces, España no tenía una sola ciudad con esa población.

La primera impresión, por supuesto injusta, que tuvieron los españoles al tener contacto con los antiguos pueblos americanos, fué de encontrar tribus salvajes, sin manera de asimilar un conocimiento, imposible de desarrollar una cultura e incapaces de poder asimilar e integrarse a una civilización. Se encontraron al hombre y a la mujer semidesnudos con una gran cantidad de adornos en oro, plata, plumas y piedras preciosas, con pinturas en todo el cuerpo, comiendo hierbas, hojas, frutos, raíces y carne cruda, defendiéndose con lanzas, flechas y hondas, y con la costumbre de bañarse a diario (incluso hasta dos veces por día), cosa que sorprendió a los españoles y de lo que no pueden presumir los europeos.

Con esa costumbre de los europeos de bañarse cada año, haga o no haga falta, cómo no iban a ser un medio de cultivo y una fuente infectocontagiosa tanto para portar, como para transmitir todas las enfermedades más mortíferas de ese tiempo como: la tuberculosis, la lepra, la sífilis, la tifoidea y muchas otras enfermedades contra las que no teníamos defensas, por nunca haber estado en contacto con ellas, por lo que su contagio siempre era mortal para el indígena.

Isabel de Castilla, reina de España se bañó dos veces en su vida; Isabel de Inglaterra se bañaba cada mes; la criolla francesa Josefina Bonaparte, esposa de Napoleón se bañaba cada que Napoleón regresaba de combate, pero hasta después de haber estado varios días en el lecho con su marido. Con estos simples ejemplos podemos imaginar que si por fuera estaban tan sucios los blancos cuerpos de aquellos europeos que llegaron a dizque colonizarnos, por dentro traían el alma negra y pútrida. Todavía uno o dos siglos después de la llegada de los españoles, éramos catalogados por los “intelectuales europeos”, una especie incapaz de aprender, intermedia entre los animales y los humanos del viejo mundo.

Durante la conquista de México, que no fue conquista sino exterminación, se dieron cuenta de los sacrificios humanos que llevaban a cabo los Aztecas, intentando darle vida a su dios Huitzilopóchtli quien era su guía, su protector y aliado en la guerra; el Sol que le daba vida a la tierra para la producción de alimentos. Esos sacrificios les hicieron pensar que las tribus americanas seguían viviendo en la barbarie, en una época muy anterior a la que vivían los europeos, por lo que consideraron a América, un Nuevo Mundo aun salvaje. Sin embargo, los europeos que se creían liberados de esa vieja época salvaje por la que han pasado todas las culturas, continuaban sacrificando seres humanos, ya no sacándoles el corazón para darle vida a su Dios, sino quemando en la hoguera, a todo aquel que se alejaba de sus doctrinas, que blasfemaba o que era un peligro para el clero y para el gobierno.

Este “salvajismo”, este “estado de barbarie”, siempre ha existido y quizá siempre existirá. Probablemente en mil o dos mil años estén criticando a nuestra época, y no se expliquen por qué los anglosajones norteamericanos, en los últimos doscientos años del milenio pasado se dedicaron a hacer la guerra por todo el planeta, pregonando libertad y democracia por el mundo, pero sometiendo a los países más débiles, a los que no piensan igual que ellos, a los que, según ellos; son una amenaza para la humanidad, cuando la verdadera amenaza de este planeta son ellos: los locos paranoicos que cada periodo pasan a dirigir el Pentágono.

El contacto que hiciera Europa con América, fué debido al bloqueo que hicieron los turcos al apoderarse de Constantinopla (hoy Estambul) e impedir el comercio entre Europa y el lejano oriente: India, Arabia, Cayay China, Cipango Japón, de donde Europa se abastecía de especias, perlas, sedas, tapetes, etcetera. Ese bloqueo obligó a los comerciantes a buscar nuevas rutas para llegar al lejano oriente, mismas que se creían imposibles por las leyendas, supersticiones y falta de conocimiento fuera del círculo entre Europa, Egipto y Japón.

Gran parte de los conocimientos geográficos, astronómicos, físicos y matemáticos de los griegos se tenían olvidados, ocultos, o prohibidos por la Iglesia Católica, y la mayor parte de las cosas giraban en torno a ella, así por ejemplo se creía (y era ley en su tiempo), que el centro del mundo era Jerusalén y a partir de éste surgían los continentes: Europa, África y Asia, que eran los únicos conocidos en aquel tiempo. También se afirmaba que la Tierra era plana y al final los mares terminaban en un profundo abismo. Se creía, además, que nuestro planeta era el centro del Universo y que el Sol giraba alrededor de ella. Galileo fué juzgado por el Supremo Tribunal, de la Santa Inquisición, por afirmar que la Tierra era la que giraba alrededor del Sol, contradiciendo a la Iglesia.

Por tal motivo, los españoles fueron recibidos con una multitud de regalos que sólo sirvieron para despertar su codicia. Cuitláhuac nunca fué de la idea de su hermano Moctezuma II, y desde un principio los combatió, pero fué arrestado por los españoles que ya empezaban a imponerse sobre Moctezuma II. El arresto de Cuitláhuac hizo que el pueblo Azteca se revelara y Cortés, que ya estaba de regreso en Tenochtitlán, tras una breve ausencia por haber tenido que ir a combatir huestes españolas que venían a arrestarlo, le pidió a Moctezuma II, que calmara los ánimos de su pueblo. Pero cuando la muchedumbre vio el cambio de actitud de su emperador, quien era un dirigente firme, fuerte, imponente y algunas veces hasta prepotente, y vieron a un Moctezuma II doblegado, débil y sumiso, lo abuchearon y lo apedrearon. Fué golpeado con una piedra en la cabeza, lo que le ocasionó la muerte dos días después. Copérnico lo sabía, pero por precaución nunca lo divulgó, pero quien conozca las leyes de Copérnico, sabrá que él estaba totalmente convencido de que la Tierra era la que giraba alrededor del Sol y no al revés como lo afirmaba la Iglesia Católica.

Así, Portugal se convirtió en el primer país que trafica con esclavos de un país a otro, o de un continente a otro. En un municipio, Portugal vendía mercancías europeas a algunas tribus africanas, las cuales pagaban con productos como: metales, frutas y personas hechas esclavas. Por su parte Portugal llevaba los esclavos y los vendía en Europa. Su ambición no cesa a pesar de las grandes fortunas que consiguieron con la venta de esclavos negros y pronto empezaron a conquistar tierras africanas con el fin de capturar a sus habitantes y llevarlos a vender a Europa, multiplicando aún más sus ganancias. Pronto se suman a este fructífero negocio los españoles, que aunque sin igualar el tráfico de esclavos negros de los portugueses, si les hacen competencia, Así España, se entrena en esta bonita práctica aprobada por la iglesia de su tiempo: el tráfico de esclavos. El mismo Vaticano recibía, periódicamente, una dotación de esclavos negros que distribuía entre su personal. Unos años más tarde, España casi lograba despoblar al continente Americano.

Tomada del Libro: “Aztlán: origen y destino”
de: Melquiades González Gaytán

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