Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

domingo, 2 de febrero de 2014

Narraciones

El Cielo, ¿Realidad o Fantasía?
por : Rodolfo Mújica Pérez

En el número anterior, tratamos el tema sobre la existencia del Infierno a través de dos videntes de reconocida valía universal. Ahora vamos a presentar un relato tomado del libro titulado: “El Paraíso, el Purgatorio y el Infierno”, escrito por San Juan Bosco, además de una entrevista entre el reportero italiano Víctor Messori y el señor André Frossard, referente a la conversión del citado Sr. Frossard, de ateo a católico, apostólico y romano, la cual es formidable, pues fué muy parecida a la conversión de San Pablo.

Parece ser que ya en un número anterior de esta revista, publiqué esta misma entrevista, así que en caso de haber sido presentada, no hace mal volver a leerla. Su contenido siempre es fresco como el aire del amanecer. Así pues, siéntate cómodamente, arrímate tu “coca” y empieza la lectura de esta insólita y dramática conversión, única de su siglo. ¡Vamos adelante! Yo te aseguro que al terminar su lectura te sentirás ser un católico de verdad y mucho mejor preparado para hacer frente a las sectas protestantes y a los ateos. Empieza pues, con Don Bosco.

Aparición de Domingo Savio

Para los que suelen decir que nadie ha venido del más allá para decirnos que existe el Paraíso, relato un hecho histórico narrado y comprobado por la autoridad de un gran Santo de la Iglesia: San Juan Bosco, fundador de los Salesianos. Santo Domingo Savio, alumno salesiano, muerto en 1857 y santificado en 1954, después de su muerte se apareció a San Juan Bosco. Éste narraba así la aparición a su jóvenes y a los superiores de la Congregación:

“Me encontraba en Lanzo y estaba en mi habitación. Improvisadamente me encontré en la cumbre de una colina. Mi mirada se perdía en la inmensidad. La llanura que estaba delante de mí era azul y estaba dividida por amplias avenidas en jardines muy vastos. Las flores, los árboles, los frutos eran hermosísimos, y todo lo demás correspondía a tanta hermosura.

Mientras admiraba y contemplaba tanta belleza, he aquí que escuché difundirse una música muy suave. Eran cientos de miles de instrumentos y todos daban un sonido distinto el uno del otro. A éstos se unían los coros de los cantores. Mientras escuchaba estático la celestial armonía, he aquí que vi aparecer una cantidad inmensa de jóvenes que venían hacia mí. A la cabeza de todos, estaba Domingo Savio. Todos se detuvieron delante de mí a una distancia de ocho o diez pasos… Entonces brilló un relámpago de luz, cesó la música y se hizo un gran silencio. Domingo Savio avanzó solamente algún paso todavía y se detuvo delante de mí.

¡Cómo era de hermoso! Sus vestidos eran singulares; la túnica blanquísima, que le bajaba hasta los pies, estaba llena de diamantes y estaba tejida en oro. Una amplia cinta roja ceñía su cintura, adornada completamente de perlas preciosas. Desde el cuello le bajaba un collar de flores jamás vistas, parecía que fueran todas diamantes. Estas flores resplandecían de luz. La cabeza estaba ceñida con una corona de rosas. Los cabellos le bajan ondulados por los hombros y le daba un aspecto tan maravilloso, tan afectuoso, tan atractivo que parecía… parecía un ángel.

Yo estaba callado y tembloroso. Entonces, Domingo Savio dijo:

-¿Por qué estás callado y asombrado?.
-No sé qué decir, contesté. Tú eres pues Domingo Savio?.
-¡Sí, soy yo! ¿Ya no me reconoces?.
-¿Y cómo es que te encuentras aquí?
-He venido para hablarte, hazme alguna pregunta.
-¿Son naturales estas maravillas que estoy viendo?
-Sí, embellecidas sin embargo por el poder de Dios.
-¡A mí me parecía que esto fuera el Paraíso!
-¡No, no! Ningún ojo mortal puede ver las bellezas eternas.
-Y vosotros pues, ¿qué es lo que estáis gozando en el Paraíso?
-Decírtelo es imposible. Lo que se goza en el Paraíso no hay hombre mortal que pueda saberlo, hasta que no haya salido de esta vida y se haya reunido con su Creador”.
-Ahora bien, mi querido Domingo Savio, dime, ¿qué es lo que más te consoló en el momento de la muerte?
-Lo que más me causó consuelo en el momento de la muerte fué la asistencia de le poderosa y amable Madre del Salvador, María Santísima. Y esto dícelo a tus jóvenes: ¡Que no se olviden de suplicarla mientras viven! («Vida de San Juan Bosco, Lemoyne»)

Mamá Margarita

Margarita Occhiena, madre de San Juan Bosco, moría en 1856. En agosto de 1860 el Santo la encuentra no muy lejos del santuario de la Consolata, mientras él volvía al Oratorio.

-¡Pero cómo! ¿Vos aquí?, le dijo. ¿No habéis muerto?
-Estoy muerta, pero vivo, contestó Margarita.
-¿Y sois feliz?
-¡Muy feliz!

Y entre otras cosas, le preguntó, si después de muerta había ido enseguida al al Paraíso. Margarita contestó que no. Le preguntó también si Luis Comollo, Domingo Savio y otros piadosos jovencitos gozaban ya del premio celestial. Ella contestó que sí. Finalmente le suplicó para que le hiciera conocer qué es lo que estaba gozando en el Paraíso y le diera una prueba de su felicidad, le hiciera probar una chispa de la misma.

Margarita entonces se mostró toda resplandeciente, adornada de un vestido hermosísimo, con un aspecto de majestad maravillosa y rodeada por un coro de Ángeles. Ella se puso a cantar. Su canto de amor a Dios, de una dulzura difícil de expresar, iba directo al corazón, lo llenaba y lo extasiaba, nos atreveríamos a decir, sin forzarlo. Parecía la armonía de mil voces que desde los bajos más profundos subían a los agudos más altos, con una variedad de tonos y de diferencias de modulaciones, hacia vibraciones más o menos fuertes, y a veces imperceptibles, combinadas con tanto arte, delicadeza y acorde, que formaban una armonía inefable.

El Santo, frente a esa melodía paradisíaca, quedó tan estático que le pareció estar fuera de sí y ya no supo qué decir o pedir a su madre, la cual, antes de desaparecer, le dijo: “¡Te espero, en el Paraíso!”.

André Frossard

Mientras espero mi turno para la entrevista ya concertada, noto el vaivén de gente de todo tipo que llega a consultar a Frossard: hombres, damas, ancianos, jóvenes, sacerdotes, monjas, grandes personajes del laicismo y del ateísmo.
-Frossard me desconcierta –comenta un escritor ateo de País-; si lo que él vió fué tan sólo imaginación ¿cómo han podido sus efectos durar medio siglo y seguir todavía? Lo que Frossard aprendió en aquellos diez minutos él sigue viviéndolo después de más de 50 años; lo cual comprueba que Frossard no se equivocó. Durante la entrevista llego a saber que la abuela de André Frossard era hebrea; la madre, protestante; el padre, un socialista ni siquiera bautizado, fundó en 1920 el Partido Comunista Francés, del que fué el primer secretario general.

André, ateo, a los veinte años de edad, entró una noche en una humilde capilla católica situada en el centro de París en busca de un amigo.
-Entré –él me cuenta- por pura casualidad; no fué por ninguna pesadilla filosófica, ni por problemas personales, ni por alguna decepción afectiva.

Yo era una ateo tranquilo, marxista, despreocupado y superficial. Mi amigo y yo aquella noche teníamos programada una cita galante. Dentro de la capilla tuve una experiencia inexplicable: se me “rasgó ese velo” que son las cosas materiales, y vi a Dios “cara a cara”; vi el Más Allá, la Vida Eterna.
-A las diez de la noche –sigue contándome Frossard- salí de la capilla, tan sorprendido de ser ya “católico” como si, al salir del zoológico, me viera convertido en cebra o en jirafa.
-En las calles yo veía –sigue diciéndome Frossard- con toda claridad a los transeúntes caminar distraídos en la orilla del “Infinito”; tarde o temprano uno tras otro caerían todos en aquella “Luz Inapagable”, de “Inmensa Transparencia y Dulzura”, aquella Luz que los cristianos llamamos “Padre Nuestro”.

Seguro de que nadie me iba a creer, guardé silencio durante treinta años. Trabajé duramente como periodista y escritor, esperando que así nadie me tomaría por loco cuando yo le pagara a Dios mi deuda, gritando a los cuatro vientos lo que me había pasado.
-¿Y cómo le pagó usted a Dios?
-Comencé a pagarle en 1960, publicando el libro “DIOS EXISTE; YO LO HE ENCONTRADO”. Yo no hablo de Dios usando teorías y razonamientos, sino demostrando que yo lo había “visto y tocado”; Dios es una ‘evidencia’, un hecho, ‘palpable’, una ‘Persona’ a la cual hallé inesperadamente en la calle.

Más tarde, André Frossard publicó otro libro: ‘HAY OTRO MUNDO’, y un tercero: ’36 PRUEBAS DE QUE EL DIABLO EXISTE’. Para los ateos la presencia y la actividad de Frossard son un fenómeno inquietante. Muchos se preguntan: -¿Y si fuera cierto?... ¿Y si Frossard tuviera razón?...

Es que Frossard es un periodista-escritor de fama internacional, y sus libros han sido publicados por las más grandes editoriales del mundo.
-Señor Frossard ¿Por qué recibe usted tantas críticas y reacciones, y tan contradictorias? Pues recibe aplausos y admiración por parte de algunos, y a la vez estallidos de ira e indignación por parte de otros.
-¿Qué más puedo hacer yo si Dios existe, si la Iglesia Católica es la verdadera, si existe el Más Allá, si existe la ‘Verdad-Persona’: Jesús, el cual nos quiere y quiere que lo conozcamos? Hablo así porque yo, yo lo he visto. Soy testigo de lo que hay detrás de este mundo; este mundo no es una realidad, sino tan sólo una apariencia.
-¿No será que a algunas personas no les conviene que haya Dios, ni menos Más Allá?
-Existe Dios; Jesús es su Hijo; alguien nos espera después de la muerte; en este mundo no hay esperanza fuera del Evangelio. Yo debo gritar todo esto hasta cuando yo vaya a disfrutar para siempre lo que vi en aquellos diez minutos en que el tiempo se quedó para mí ‘en suspenso’. Yo vi el Más Allá, que se encuentra detrás del ‘velo’ que son las cosas.
-Señor Frossard, ¿por qué no escogió usted a alguna de tantas iglesia cristianas protestantes, sino precisamente a la Iglesia Católica como su religión?
-Yo nada escogí; sólo ‘sentí’ que de ahí en adelante mi verdadero, único ‘hogar’ sería para siempre la Iglesia Católica. Más tarde un sacerdote católico me explicó el catecismo; y descubrí con asombro que lo que yo había visto aquella noche, la Iglesia Católica ya lo está enseñando desde hace casi veinte siglos; sin darme cuenta yo lo había aprendido antes de estudiarlo; antes de buscarlo, yo lo había encontrado aquella noche.
-Señor Frossard, ¿Qué opina usted de la Biblia?
-En la Biblia hay algunas palabras que Dios inspiró ‘especialmente’ para cada uno de nosotros.
-Señor Frossard ¿seguirá usted hablando de su extraordinaria experiencia y dándola a conocer a todo el mundo?
-Nunca entendí por qué Dios me escogió a mí para que fuera testigo ocular de lo que se oculta detrás de las ‘apariencias’ que son este mundo; pero tengo el deber de seguir testimoniando. Estoy ‘condenado’ a hablar. Alguien me impulsa suave y tenazmente a repetir lo que Dios me enseñó en aquel desconcertante encuentro, que tuvo lugar en el verano de 1935 en aquella humilde capilla del centro de París. (André Frossard, ex-ateo y ex-marxista, integra actualmente el Comité Editorial del gran diario parisino ‘LE FIGARO’) (Entrevistó Víctor Messori).

Salvatierra, Primera
Ciudad de Guanajuato

El origen de este histórico asentamiento se remonta hasta antes de la presencia española; del periodo prehispánico llegan hasta nuestros días algunas zonas arqueológicas, un buen número de cerámica prehispánica y la toponimia que se advierte en el nombre de algunas de las poblaciones del Municipio. Asentada sobre el fértil Valle de Huatzindeo, son parte constante del paisaje Salvaterrense el perenne verdor de sus campos, la transparencia de su cielo, la gala innegable de su arquitectura y la afortunada presencia del Río Lerma que prácticamente cruza la ciudad de Sur a Norte.

Es parte también del conjunto urbano, la presencia de un singular sistema de canales para irrigación que es considerado por algunos historiadores como el más antiguo de la América hispana; a su paso pueden admirarse aún interesantes vestigios de la arquitectura del agua, e incluso persisten algunos importantes complejos de lo que se daba en llamar “Molinos de Pan Moler”.

Fundada en Febrero de 1644, bajo Cédula Real, corresponde a Salvatierra ser la primera en ostentar el título de Ciudad en el actual estado de Guanajuato; sus primeros pobladores, un grupo casi exclusivo de españoles inició la edificación de muchas de las señoriales casonas que aún pueden admirarse y que convierten a Salvatierra en uno de los Centros Históricos más bellos e importantes de Guanajuato. La historia de Salvatierra está muy íntimamente ligada a la presencia religiosa en la zona; la existencia de sus conjuntos conventuales es sólo una muestra más de la importancia alcanzada por esta ciudad durante el Virreinato.

Con una vocación eminentemente agrícola, surge paralelamente a la ciudad una cantidad importante de haciendas de carácter agrícola; la producción de éstas dió a Salvatierra por mucho tiempo el título de “El granero del Bajío”. Destacan entre ellas las Haciendas de Sánchez, Guadalupe, San Juan, Santo Tomás Huatzindeo, San Nicolás de los Agustinos, y de manera especial, la espectacular Hacienda de San José del Carmen.

El siglo XIX concluye en Salvatierra con la bonanza y prosperidad de sus haciendas agrícolas; éstas quedaron desintegradas de manera drástica y definitiva tras el movimiento revolucionario de 1910 que una vez concluído, otorga a la ciudad una calma y tranquilidad tal, que su fisonomía y modo de vida, apenas si se transformaron permitiendo la conservación casi íntegra de su vasto patrimonio histórico, arquitectónico y cultural, que hoy por hoy, convierte a Salvatierra en uno de los centros históricos más valiosos y bellos del Bajío y de México.

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