Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

jueves, 1 de agosto de 2013

El Rincón para niños

El Zorro y el Lobo

Son tradicionales la picardía y audacia del zorro, de quien se cuentan múltiples y curiosísimas anécdotas. He aquí algunas de ellas.

“Cierto día en que pasaba el lobo bajo las ventanas de un castillo dióle en la nariz un excelente olor de fritura de anguila, y como precisamente estaba en ayunas; entró pues”. Viendo el zorro a su primo tan hambriento de pescado, prometióle llevarlo a un sitio donde lo había en gran abundancia. Después de haberle atado al rabo un gran cesto en forma de nasa, llevóle a un estanque helado, en un sitio en que acababan de romper el hielo. Hacía mucho frío y el traidor persuadió al lobo a que metiese en el agua su rabo provisto del cesto. No tardó en helarse el agua y el rabo quedó cogido. Cuanto más tiraba el lobo más resistía el hielo, así es que empezó a aullar, con lo cual acudieron unos hombres y lo molieron a palos”.

“Otro día había caído el zorro en un pozo. En esto llegó a pasar el lobo, oyó gemidos, se acercó, miró y reconoció al zorro al cual dijo:

-¿Qué estás haciendo ahí?
-Estoy en un vivero; hay tantos peces que ya no puedo comer más.
-Yo también desearía ir allá.
-Métete en el otro cubo.

Gracias al movimiento de báscula, el zorro volvió a subir en su cubo mientras bajaba el lobo.

Al encontrarse en el camino, el pérfido dijo inocentemente a su víctima:

-Así es la vida primo: ¡unas veces arriba, otras abajo!...”

“Al fin llegaron sus proezas a oídos de su majestad el León, que quiso conocerlas detalladamente.

Convocó al tribunal, se divirtió mucho al oír las tretas del zorro y mostró cierta indulgencia. Pero en aquel momento se acercó un fúnebre cortejo formado por el gallo cantaclaro y por las gallinas Blanca, Negra, Pinta y Rubia, que conducían en un féretro el cadáver de una gallina, pariente suya, estrangulada por el monstruo. El León, conmovido por los discursos de Cantaclaro, ordenó que se formase causa al zorro y le mandó que compareciese ante Su Grandeza. Pardo, el oso, fué encargado de comunicar al tunante la orden real en su castillo de Maupertuis.

Iba Pardo muy orgulloso con su misión: cruzó un bosque, pasó una montaña y gritó su nombre delante del puente levadizo del Castillo. El zorro estaba en aquel momento durmiendo la siesta al sol. Turbóle semejante llegada y pensó, al principio, en escaparse por los subterráneos. Pero, después de reflexionar, abrió y recibió al mensajero compadeciéndole por haber pasado tanto calor en el camino e invitándole a tomar algún descanso.

-Con tanta más razón, añadió, cuanto que en este momento me sería imposible seguiros; he comido fuerte y no tengo muy bien la cabeza.

El oso, cuya golosina es proverbial, le preguntó:

-¿Y qué habéis comido con tanto exceso para que os haga daño?
-¡Ay de mi! La gente de escasos recursos como yo tiene que estar a lo que salta. Por el momento, y a falta de otra cosa, me veo reducido a alimentarse de miel. Pero os aseguro que la que acabo de comer es exquisita.
-¡Miel! ¿Y estimáis en tan poco la miel? Pues si es un manjar delicioso en todas partes! Aquí donde me véis, no necesitaría otra cosa para mantenerme. Podéis contar con mi amistad completa a cambio de algunos panales.
-¿Lo decís seriamente?
-¡Lo más seriamente del mundo!
-Me llenáis de regocijo y voy a tener un gran placer en obsequiaros; con la miel que pongo a vuestra disposición habría para hartar a treinta como vos.
-Lo que es eso, ¡poco a poco! Porque, aunque tuviese delante toda la miel del reino, sabría dar fin a ella.

Pardo siguió pues al zorro que le condujo al patio de un carpintero, donde había un tronco de árbol que habían empezado a hender y, para mantener la hendidura, habían metido unas cuñas. El zorro aseguró a su huésped que en el fondo del tronco había un depósito de miel.

-Podéis regalaros, pero con moderación, ¡pues todo hartazgo es malo!

Metió Pardo sus patas en la hendidura, hasta el cuello y como no encontrase aún la miel, hizo los mayores esfuerzos mientras que el zorro sacaba las cuñas; en esto el árbol se volvió a cerrar y Pardo quedó cogido en el lazo. Aulló, acudió la gente y lo apalearon, escapándose con las patas ensangrentadas y molido.

Este es el modelo de las picardías del zorro y en el que se hallan resumidas casi todas: prometer un convite a algún glotón para hacerle caer en el lazo.

Leo Clarette

Tomado del Libro “Alma Latina”

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