Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

lunes, 1 de julio de 2013

Historia

La Epopeya y la Leyenda
El Otro Rostro de la Historia
por: Jorge Ojeda Guevara

Sobre el Autor:

Arquitecto de profesión y escritor por vocación. Esgrime oriundez de la margen de las auroras del Río Lerma, en la primera ciudad de Guanajuato: Salvatierra. Los esculpidores de su modo, fueron, por parte de padre, el más importante pintor muralista religioso de Guanajuato y más allá: Don Alfredo Ojeda Villagómez. Su madre Doña Josefina, es la forjadora familiar de modos rectos en su progenie.

Sus dos retoños, al parecer, decidieron andar también amplio, además de las veredas de la arquitectura, treparse en la más bella de las locuras: el arte. HOY, el singular escritor Ojeda Guevara, el “Pintor con palabras”, el “Anecdotario”, luego de nacer un buen puñado de realidades editoriales a la vista, camina remanso de vida de la mano del eterno amanecer y bullir de la historia, con amplia y profunda visión, que a no dudar el mañana abrazará, entre otras razones, por sus pensares vaciados en sus haceres, en compañía de sus siempre pacientes cómplices: la tinta, la pluma y el papel...

Reandando los Tiempos

La providencia habría de hilar y tejer innumerables fuentes para que Guanajuato germinara la anhelada Independencia de México, asunto que como subrayan los ojos del tiempo, sobrevino de manera sangrienta y cuesta arriba. La economía tocaba cotidianamente a la puerta, urgiendo, asunto que por rumbos y rincones del territorio mexicano, los más nutridos y conglomerados como León, Irapuato, Guanajuato, San Miguel El Grande y Celaya, lo visualizaron y decidieron apostar a labrar su propia ventura. La Franciscana Universidad en Celaya, la laboriosidad Jesuita, lo mismo en la estatal urbe que en sus asentamientos de San Luis de la Paz y Celaya, y el esencial parecer de la Universidad de San Nicolás en la Nueva Valladolid, fueron comarcas del gestado de frutos, luego de tres cientos años de inaguantable despótica aparición española.

Los artista, casta social pensante, fueron primordiales con su afanar presencial en la conspiración y el conflicto. Así lo procuraron por sus rumbos el celayense Francisco Eduardo Tresguerras y el fraile Benito Díaz de Gamarra en el montañés pueblo de San Miguel el Grande. También, un racimo de liberales... gentes inmersas en el gran comercio como el guanajuateño Marqués de Rayas. Algunos claros científicos, igual favoreciendo el movimiento como Casimiro Chowell; lo mismo la gente, pueblo común, como víctimas principales, los mínimos en la fila social del derecho, que plañían y clamaban al viento por romper los grilletes y enfilar hacia la emancipación.

“La testa estatal se complacía con buenos caminos y sendas, y todos la miraban como de las principales intendencias de la Nueva España. Los brutales contrastes sociales y materiales, reflujo del odiado sistema colonial, fueron los que echaron abajo la bota y espada españolas y su tutela, que ya tardaban en oler a muerto”

Los Borbones, encarnados por Felipe V de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV, estaban arrellanados en el trono de España y un ramillete de colonias; cuando andaba el lejano 1701. Los primigenios reyes de esta prosapia, continuaron con el mismo proceder de los de Austria, nombrados también Absburgos, hasta que arribó al trono Carlos III, que ya para esos tiempos aparecía como monarca de Nápoles, donde imponía su peculiar regla de regir, que concerniría a todo el ámbito Ibérico desde que se entronizó por vez primera en aquel año del Señor de 1759.

Aunque los españoles habían empeñado a cabalidad los pactos de progenie, en particular en la llamada Guerra de los Siete Años, confrontación en la que cargaron con la más desdeñable parte, pues de sus rentas americanas nada colectó en todo ese lapso. Agotadas las escaramuzas, oro y plata fluyeron con profusión desde la juvenil América hasta la vieja España, dineros que sirvieron para poner a flote la real economía que con tanta guerra deambulaba de capa caída. Sin embargo, el monarca Carlos que se había instruido vasto de todo esto, lo abonaría a la práctica con un puñado de reformas que guiaría a su querida España del atraso feudal en que aparecía, a un ámbito de ilustración.

A pesar de ello, algunos hispanos, no semejaban con las principales innovaciones llevados a cabo por Carlos III, pues el soberano “olvidó” señalar carteras ministeriales para los viejos nobles que amoldados a ser tradicionalmente elegidos, presumieron que en el ramillete de reformas, seguirían nadando en aguas de remanso y privilegios. El Marqués de Esquilache, sería ungido en el Ministerio de Hacienda, en retribución a su devoto servicio en su precedente reino de Nápoles. El italiano Marqués de Grimaldi despachó a partir de ese día en la oficina de Asuntos Exteriores, rematando con él a una congregación de italianos que a dicho propio del monarca, imprimiría barniz internacional con el añadido de esos fogueados burócratas.

Glosan filosos escritos de ese ayer, que:

“...el parecer de la gente, de Carlos III era que, sin ser un prójimo de prominentes virtudes políticas, fué certero al rodearse de colaboradores pertinentes y devotos de resultados a la vista, como el Conde de Floridablanca, brazo diestro del rey que implantó y relacionó todos los ministerios puestos por ese monarca, traducido en el reino en las Juntas de Estado, reuniones pertinentes para dar granítica concordia en la forma y fondo de toda diligencia y labor monárquica”.

Choque entre soberano y nobles

Arribado a España, Carlos III cayó en inmediata cuenta que la colectividad de su soberanía era solo el añadido de minúsculas comarcas feudales, sin semejar en nada a una nación; y que cada noble, conde, marqués o príncipe, ejercían como amo de vidas y haciendas de su territorio. Tal estado de cosas aparecía inadmisible para quien rumiaba la postulante idea de esculpir una sola y granítica España, que brotara reverenciada por toda Europa. Para el templo ilustrado pero despótico de Carlos III, derivaba como intolerante que algún principito, marqués o noble, impusiera su antojo sobre la real autoridad.

De inicio, no los requirió para ministerios primordiales, lo que tornó en rudo encontronazo para ellos. En seguida, los sojuzgó a las cabezas que él había acomodado en esos cargos privilegiados fuera de España, fueran universitarios o de la nobleza media. El soberano además de disponerlos donde tuvieran ausencia de honores, procuró investir de poder solo a los subalternos de su individual convicción. La misiva estaba diáfana, pues les recadaba que aquello había finiquitado y que el real poder español era él. Los nobles, ya sin riendas de mando local, hubieron de demandar venia donde nunca antes había sido pensable hacerlo.

Nuevas grietas políticas afloraron; de súbito, las provincias estrenaron funcionario real, “intendente” lo llamaban, que habría de rendir solo a Florida blanca o al conde de Aranda. La percepción flotante era que la administración se desplazara en colindancia de los problemas de la gente. Él a la vez, ejerció la libertad de denominar algunos representantes, aunque en la realidad, estos solo jugaban sumisos el antojo de las regias exigencias, y que no sustraía poder al omnímodo soberano, privilegios otrora abrazados por la llamada nobleza.

¿Y las siembras, mercadeo e industria?

El soberano divisó pronto que los nobles esgrimían el poder por las extensiones de tierra que detentaban, a pesar de que la colectividad de ellas subsistía la ociosidad. Trazada la senda y rumbo a seguir, remitió mandatos a Campomanes para demorar la reforma de la posesión agrícola y por derivación lo que de ella germinara. Se fueron rescatando tierras del ocio, repartiéndolas entre labriegos del rumbo, dándoles primero a quienes sin detentar terreno alguno, vivían explotados por la acaparadora aristocracia del suelo cultivable. Rivalizó recio con la institución nombrada “LA MESTA”, congregación que abrazaba a ovejeros y vaqueros, que usufructuaban pastos y llanos de la región, dejando vastedad de tierras labrantías en cotidiana ociosidad.

“Apareció el instante en que la producción agrícola floreció, y el rey ordenó abolir las diligencias que históricamente sentaba sus reales en los puertos españoles con dilatados y engorrosos despachos. También liquidaron las alcabalas, y las ocupaciones rebosaban en todos los puertos, colmándose la actividad cotidiana”.

Tierra adentro, las urbes mantenían precios a la baja, reflujo de la profusión de oferta, ello como derivación de la eliminación de escollos comerciales españoles. También, ya acababa la llamada Guerra de los Siete Años, el circulante monetario hispano rebosó, así como los productos arribados de la América. La industria, al parejo del ambiente de abundancia, igualmente repuntó, al grado de tornarse competitivo con la colectividad de los países europeos, que de ordinario sobrepujaban recio a España en ese rubro.

Esa disposición de opulencia que Carlos III había catapultado, no tuvo terreno fértil en la Nueva España, en particular la tesis económica. La tiesa postura de los españoles para los americanos tributarios era la de una simple colonia sembrada al fin del mundo, que así, de ningún modo rebosarían su miserable acomodo. Los móviles del empantanamiento americano fueron que los retenes legales que Carlos III desterró en España, “olvidó” ultimarlos en América, por lo que el estado de cosas subsistió en la producción industrial. Tan fué así, que el mismo Don Miguel Hidalgo fué acusado de haber agrietado el estado de asuntos ventajoso en extremo para los invasores españoles, instruyendo a los villanos de San Felipe y Dolores secretos y pormenores del cultivo de la vid y muchos otros oficios y haceres que los peninsulares guardaban celosa y egoístamente.

Atrancaron también faenas como el algodón, los textiles de lana, la loza y la curtiduría. La corona española igualmente ejercía de manera perruna recia comprobación monopólica sobre el tabaco, aún cuando este material cigarrero ejercía oriundez de siempre de estas comarcas.

Los ojos de las armas

El ejército, fué un renglón especialmente esmerado por España, que en cautela de inconformidades, surgió la usanza de la milicia y expidieron desde España dos regimientos, formando grupos especiales en cada intendencia con cargo a los vecinos. La nobleza simbolizada por marqueses, condes y ricos en general... pertrecharon igual sus propias milicias, congregaciones como el que se levantó en Celaya para el desterrado de los jesuitas. Cada milicia enarbolaba un apelativo, como aquellos de “Del Príncipe”, “De la Reina de Asturias”, “Carlos IV”, “Fernando VII” y más... El comandante al frente de tales regimientos era un joven que al poco transcurrir, sus acciones aportarían mucho para intranquilizar a los hispanos: Ignacio María de Allende y Unzaga.

Tomado del Libro: “La Epopeya y la Leyenda, el Otro Rostro de la Historia
de Jorge Ojeda Guevara


Historia y Evolución de Salvatierra

La Vida Colonial Salvaterrense, 1644-1810 (continuación)

El Santo Oficio de la Inquisición en Salvatierra (conclusión)

Los principales comisarios de la Inquisición que tuvo la ciudad fueron: Diego de Castro (1659), fray Ignacio Guerrero, OFM. (1717), fray Nicolás Zalazar (1723), don Miguel Varas de Valdez (interino 1723), Pbro. don José Xavier de Rivera (1723), Br. Manuel Carrillo y Figueroa (1760), don Diego Antonio Savago (1781), don Francisco Manríquez de Lara (1788), Pbro. don Sebastián Benito de la Fuente y Vidal (1807).

Entre los Notarios más destacados estuvieron: don José Gallardo (1723), don Juan Francisco García Botello (1734), don Fernando López de Ballesteros (1751), don Manuel González de Arce (1759), y el Lic. Francisco Esquivel (1785). Los Alguaciles documentados: don Pedro de Arenas (1688), don Alfonso Caro de Ocampo (1699), don Juan Zorrilla y Trujillo (1714), don Antonio Sedano (1752), y don Manuel González de Arce, por segunda ocasión (1766).

Los casos más importantes que el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición siguió en Salvatierra, fueron:

1659 Autos y diligencias seguidas en contra de Diego de Castro, Comisario del Santo Oficio en Salvatierra por excesos y abusos de autoridad.

1695 Proceso seguido en contra de una mulata llamada Dorotea, esclava de Lorenzo Mazaguel y de una mestiza de nombre Felipa, por el delito de hechicería, ambas vecinas de la ciudad.

1705 El Fiscal del Santo Oficio contra el sacerdote Fray Francisco de los Santos, por haber cooperado a un maleficio contra un vecino justo y honesto de la ciudad.

1708 Fray José de san Ángel Betlamitla se queja ante el Tribunal del Santo Oficio, que en la Ciudad de San Andrés de Salvatierra se publican las constituciones Betlemíticas sin licencia y se queja por la poca observancia de ellas.

1711 El Fiscal del Santo Oficio en contra de Don Pedro Botello, alias Pataleta, por la presunción de haberse casado dos veces. Fué absuelto por haber comprobado que sólo estuvo amancebado.

1717 Fray José de Lara, sacerdote de la Orden de San Francisco en Salvatierra, denunció a varias personas de su feligresía por blasfemia.

1719 El Inquisidor del Santo Oficio contra Fray José Méndez, guardián del Convento de San Francisco y Párroco de la ciudad, por sospechas de blasfemia.

1720 Denuncia que hizo contra sí mismo Fray José de San Isidro, de la Orden de los Carmelitas Descalzos en Salvatierra, por blasfemo.

1723 Declaración que hizo María Rico de Vedoya en los autos que se siguen en contra de ella, por haber dicho que la simple fornicación no era pecado.

1724 Fray Miguel de la Concepción Rodríguez, sacerdote franciscano y maestro de gramática de la escuela del Convento de San Francisco en Salvatierra, recibió varias denuncias que hacen sus alumnos de sus padres, por blasfemias y supersticiones.

1746 Causa que se sigue en contra de Ignacio Rodríguez, alias Medrano o Japero, de casta mulato o coyote, por estar casado dos veces.

1751 Causa que se sigue en contra del español Francisco del Castillo, por igual delito que el anterior.

1752 El tribunal ordena a Fray José Arcocha Herrera, Prior del Convento Carmelita de Salvatierra, borrar todo lo relativo al privilegio sabatino de los cofrades de esa orden.

1752 Denuncia que presentó Don Manuel Verdeja, Regidor Perpetuo y Fiel Contraste de la Ciudad de Salvatierra en contra de Don Manuel González de Arce, Alguacil Mayor y Familiar del Santo Oficio en la ciudad, por el delito de incontinencia (vida relajada y escandalosa).

1757 El Sr. Inquisidor del Santo Oficio contra Fray Antonio de San Anastasio de la Orden de Ntra. del Carmen en Salvatierra, por proposiciones indecentes hechas a la hora de la confesión a varias mujeres.

1757 El Padre Fray Vicente de Jesús María, superior del Convento del Carmen en Salvatierra, remite la lista de libros que tienen en la biblioteca.

1757 El Fiscal del Santo Oficio en contra del Br. Don Juan Francisco García Botello, Notario del Santo Oficio en la ciudad por la denuncia que le hacen los Religiosos Carmelitas de Salvatierra en su contra, por actos contra la fe en lo referente al sexto mandamiento. Este caso fué resuelto por el Tribunal hasta el año de 1759, hallándose convicto y confeso.

1762 Documentos remitidos al Tribunal del Santo Oficio por Fray Antonio de San Alberto de la Orden de los Carmelitas en Salvatierra, sobre la cantidad de dinero que le dejó al convento el Alcalde Provincial de Salvatierra Don Lorenzo Rodríguez.

1765 Autos seguidos en contra de Fray José Francisco de Jesús de Rojas de la Orden de San Francisco en Salvatierra, por solicitante (pedir favores amorosos a la hora de la confesión).

1768 Autos seguidos en contra de Fray Nicolás de San Elías, Religioso Carmelita en Salvatierra, por solicitante (pedir favores amorosos a la hora de la confesión).

1781 El Inquisidor del Santo Oficio contra el español Nicolás Hermenegildo Hidalgo, por estar casado tres veces: una con María Petrona Martínez, en Zelaya, otra con Manuela Arroyo, en Salamanca; y la última con Antonia Josefa de Jesús Ortega, en Salvatierra.

1781 El Fiscal del Santo Oficio contra el español José Antonio Trinidad Coronado, por haberse extraído de la boca una sagrada forma y guardarla en un papel de versos amatorios.

1782 El Sr. Inquisidor contra Santiago Pantaleón, alias Estada, mestizo casado dos veces y hechicero supersticioso.

1790 Fray Juan de los Mártires, Prio del Convento de los Carmelitas en Salvatierra, remite al Tribunal del Santo Oficio una estampa de la Trinidad, para su calificación.

1809 El Sindicato de la Real y Pontificia Universidad, solicita pase para un juego de breviarios y unos trastecitos que le remiten las Monjas Capuchinas de Salvatierra.

1811 El Pbro. Sebastián Benito de la Fuente y Vidal, Comisario del Santo Oficio en Salvatierra, comunica desde la Ciudad de Querétaro que no se encuentra en Salvatierra por temor a los insurgentes que en retirada de Acámbaro y Valladolid pasan por Salvatierra. Él fué uno de los que aportaron pruebas sobre el comportamiento de Don Miguel Hidalgo a su paso por Salvatierra en el proceso que el Santo Oficio de la Inquisición le siguió después de su aprehensión.

La Secularización del Curato y la Vida Clerical

La progresiva secularización, de obispados primero y curatos después, en manos de religiosos, fué ordenada por Fernando VI en las Cédulas Reales de 1753 y 1757, dentro del marco de las medidas tomadas por la monarquía española para mejorar la administración pública y lograr un mayor control de la Iglesia Novohispana. El curato de Salvatierra estuvo por espacio de 124 años en manos de los religiosos Franciscanos, fué entregado al clero secular el 6 de marzo de 1767. Recibió el curato en forma interina el Pbro. y Lic. José Xavier de Rivera, en la capilla de Ntra. Sra. de la Luz fué erigida la parroquia que funcionó hasta el año de 1808.

Muy importante resulta para nosotros hoy en día, estudiar la personalidad y actividad de este primer párroco secular, porque nos ilustra la forma de la vida clerical de nuestra ciudad en la época. Nació en la ciudad de Querétaro probablemente a finales del siglo XVII, existen informaciones sobre su estancia en Salvatierra desde el año de 1710, por referencias que se dan sobre su relación con la familia Tamayo, propietarios de la hacienda de San Buenaventura. En 1729, fué nombrado juez eclesiástico, con jurisdicción sobre los curatos de Salvatierra, Yuriria y Puruándiro. El 22 de mayo de 1733, recibió el nombramiento de comisario del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en Salvatierra.

Tuvo participación directa en casi todos los acontecimientos importantes que sucedieron en su época: en 1733, hizo las averiguaciones y diligencias del motín que provocó la adquisición de la Sagrada Imagen de Ntra. Sra. de la Luz por los vecinos de la ciudad y su depósito en el convento de San Francisco; en 1737, presidió el juramento del Patronato de la Virgen de Guadalupe en Salvatierra; en 1738, la edificación del actual templo del barrio de San Juan; en 1740, las informaciones y origen, así como la posesión del Señor de la Clemencia que se venera en el barrio de Santo Domingo; en 1743, su participación en los trabajos que iniciaron las obras de construcción de la capilla de Ntra. Sra. de la Luz y del templo Parroquial; en 1755, estableció la primera escuela pública en Salvatierra para niños pobres; en 1766, levantó la primera información testimonial para constituir el Patronato de la Virgen de la Luz; y celebró un convenio con los religiosos Franciscanos para hacer uso del templo de la Tercera Orden (hoy San Antonio) en aquellas celebraciones y festividades que así lo requirieran, por ser la capilla de Ntra. Sra. de la Luz insuficiente para albergar dichos actos. Murió en esta ciudad el 1 de mayo de 1773.

Los párrocos seculares que siguieron al Sr. Rivera durante la época colonial, fueron: don Felipe Lagunas (1771-1787), continuó la construcción de la Iglesia Parroquial, murió en 1787 y fué sepultado en el panteón de Santo Domingo; don Vicente Ochoa (1787), duró solamente un año a cargo del curato; don Manuel Francisco Manríquez de Lara (1788-1805), originario de León, Gto., impulsó la construcción del templo Parroquial, trabajando inclusive los días domingos y festivos, murió en su ciudad natal; don Miguel Velásquez (1805), duró solamente un año en calidad de interino: don Ignacio Basurto (1805-1810), nació en Salvatierra el 9 de abril de 1755, impulsó el culto a Ntra. Sra. de la Luz y terminó la construcción del templo Parroquial, bendiciéndolo solemnemente el 8 de septiembre de 1808, escritor prolífico preocupado en la formación de los niños, murió en esta ciudad, el 28 de enero de 1810; los Sres. Párrocos don Pedro Alfaro, don Francisco Castañeda y don Francisco Jiménez (1810-1815), estuvieron en calidad de interinos, les tocó la difícil época de la turbulenta guerra de Independencia.

Tomado del Libro: “Historia y Evolución de Salvatierra”
de Miguel Alejo López

Aztlán: Origen y Destino

América Salvaje, Europa demoníaca (continuación)

Los reyes católicos le dicen a Colón que lo platicarán con la corte y días después, la corte resuelve que España no negociará con los indígenas que habitan en sus colonias, llevándolos a vender como esclavos a Europa, que era la compradora de los esclavos negros que Portugal traía de África. Así, desde el principio de la Colonia, el tráfico de esclavos indígenas hacia Europa, estuvo prohibido. Pero siempre se llevó a cabo, a pesar de querer evitarlo y esconderlo, porque los mismos reyes y sus cortes su ufanaban del éxito que estaban teniendo con el tráfico de esclavos indígenas, aunque para los historiadores estuvo prohibido asentarlo en sus escritos.

Al contrario de esclavizarlos, venderlos, maltratarlos y ultrajarlos, la corona española promulgó varias disposiciones para que se hicieran cumplir en América con los indígenas, las cuales nunca se cumplieron:

Ordenanza de la Corona Española

1.- Se cuidará de los indígenas de las colonias españolas.
2.- Se les protegerá.
3.- Se les educará en la religión cristiana.
4.- Se les enseñará el idioma español.
5.- Se le entrenará en algún oficio.

Cumplir todas estas disposiciones fué muy difícil, de hecho, sólo algunas se cumplieron hasta después del segundo viaje de Colón a América, en el que lo acompañaron algunos frailes que, se podrían decir, fueron los únicos que trataron de que se cumplieran las disposiciones de la corona. Y no todos ellos, se tienen registros, por ejemplo, del padre Eusebio Kino, quien reunía indígenas en una hacienda con la promesa de darles regalos y, ya reunidos, la mayoría eran masacrados por las armas de los españoles, sin misericordia y sin compasión, sin importarles que fueran hombres, mujeres, niños o ancianos.

La Isla La Española, hoy Santo Domingo, se convirtió en el cuartel general donde llegaban todas las expediciones y de ahí se decidía el destino final de las expediciones o de sus tripulantes. Pero muy pronto, Santo Domingo se quedó sin indígenas, a pesar de que traían a los capturados en las islas cercanas. Esta exterminación se debió a los abusos de los españoles, a los malos tratos, a las jornadas extenuantes de trabajo, por la que se quedaron sin indígenas y, por lo tanto, sin mano de obra regalada, antes de que se dieran cuenta. Para solucionar dicho problema, el fraile dominico, Bartolomé de las Casas, propuso traer esclavos negros de África para sustituir la mano de obra de los indígenas que, además de que ya no habían, eran de naturaleza menos resistente que la de los negros. Para 1522, apenas 30 años después del descubrimiento de América, Santo Domingo ya tenía 9000 esclavos negros.

Cinco meses después de haber regresado Colón a España, se preparó el segundo viaje. Ésta vez, el objetivo era empezar a colonizar al Nuevo Mundo. En esta ocasión sí hubo muchos voluntarios y muchos inversionistas. Teniendo todo listo, la expedición salió del Puerto de Cádiz el 25 de septiembre de 1493, esta vez, con 17 navíos y 1,200 hombres a bordo. Cuando Colón regresó a España de esta segunda expedición, de inmediato se preparó el tercer viaje; con 8 carabelas y 600 hombres, se hacen a la mar el día 5 de mayo de 1498. El objetivo de ésta era llegar más allá de las Antillas y explorar tierra firme del continente, por lo que llegaron a la desembocadura del Orinoco en Venezuela. Esta desembocadura le hace pensar a Colón que se encontraba cerca del Paraíso Terrenal bíblico, porque era una desembocadura de tal magnitud sólo podría ser el final de la convergencia de los ríos Jordán, Tigris, Éufrates, y Nilo, como se creía en aquel tiempo. En este tercer viaje, Colón descubrió la isla Cubagua, un lugar donde abundan las perlas. También descubrió América del sur, pero estos descubrimientos no los comunica a los reyes españoles.

Por estas fechas, en Santo Domingo había muchos problemas y resentimientos por parte de las tropas en contra de Colón. A su hijo, Diego Colón, y a su hermano, Bartolomé, los acusaron de monopolizar las riquezas. Todos estos problemas entre Colón y las tropas, la desesperación de la corona por no ver llegar las riquezas que se presumían del Nuevo Mundo, y la obediencia de Colón al seguir traficando con esclavos a escondidas de la corona, propició que los reyes enviaran al abogado Francisco Bobadilla a arrestar a Colón y a sus familiares, quitándole el cargo de Gobernador y Virrey y anulándole todos los privilegios que tenía.

Así, el abogado Bobadilla lo sustituyó en los cargos y Colón fué regresado a España en calidad de prisionero, arribando en noviembre de 1500. A su llegada fué recibido por los reyes y liberado, pero durante dos años, no tuvo ningún privilegio de los que inicialmente había pactado con la corona española. Colón se había casado con una portuguesa y estuvo muy cerca de los reyes de Portugal, a los que les confió gran parte de los descubrimientos de los primeros años de sus travesías. A pesar de que en su momento no lo apoyaron, los portugueses quisieron adueñarse de los conocimientos y reclamar las tierras descubiertas por Colón. Esa información, en su tiempo, era privilegiada y catalogada como secreto de Estado, por lo que acudieron a la máxima autoridad de la Iglesia Católica para reclamar derechos sobre las tierras descubiertas por Colón.

Pero, ya los reyes católicos de España se les habían adelantado a los portugueses, a lo que le respondió el Papa Alejandro VI (el famosísimo papá de los Borgia), de origen español, creando la primer Línea Alejandrina, que repartía casi todo el mundo entre España y Portugal. Esta primer Línea Alejandrina, corría de polo a polo (de norte a sur, porque todavía no se conocían bien los polos y sus características, ya que todavía se sostenía que la tierra era plana. Además de correr de norte a sur, pasaba a 100 leguas al occidente de las islas de Cabo Verde, en África. De esta manera, España sería dueña de todas las tierras al occidente de la Línea Alejandrina y Portugal, de las tierras aún sin descubrir al oriente. Esto quedó estipulado en la Bula del 4 de mayo de 1943, esto se da días después del regreso del primer viaje de Colón a España, en que, por cierto, antes de que llegará con los reyes españoles (sus patrocinadores), pasó primero con los reyes de Portugal.

Cuando supieron esto los reyes españoles, no les gustó nadita, y en su debido momento se lo cobraron a Colón. Esta repartición del mundo no convenció a los portugueses, por lo que lucharon hasta conseguir que el Papa recorriera la Línea de repartición, moviéndola, finalmente, hasta las 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, esto permitió que casi todo Brasil pasara a poder de los portugueses. Este nuevo reparto fué gracias al Tratado de Tordesillas, firmado en 1494, lo que sin lugar a duda puede ser considerado un reparto salvaje; casi los cinco continentes repartidos entre dos países. Esto lo convertía en las potencias mundiales de la Colonia.

Pero Portugal le estaba ganando la carrera a España; el 20 de mayo de de 1498, el portugués Vasco de Gama, rodeando las costas de África, logró llevar primero a Calicut, donde estableció una colonia portuguesa en la india, lo que les posibilitó, en poco tiempo, apoderarse del comercio de las especias.

Tomada del Libro: “Aztlán: origen y destino”
de: Melquiades González Gaytán

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