Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

miércoles, 1 de mayo de 2013

El Rincón para Niños

Medio Pollito

Una vez vivía en España una gallina negra muy hermosa. Esta gallina tenía muchos pollitos del mismo color y muy bonitos pero había uno que era nada más medio pollito. Tenía un ojo, una oreja, medio pico, una ala, media cola, una pierna y un pie. Cuando andaba hacía “qui-qui-ti-pic-qui-qui-ti-pic”. Todos los pollitos de esa gran familia eran muy obedientes; pero ‘Medio Pollito” era muy desobediente y hacía lo que quería.

Un día se propuso ir a Madrid a ver al Rey.
-Medio Pollito, Medio Pollito ¿a dónde vas? –le dijo su mamá cuando vió al pollito salir corriendo de la casa con su “qui-qui-ti-pic-qui-qui-ti-pic”.
-Voy a Madrid a ver al Rey –dijo él-, y siguió su camino.
-Medio Pollito, -le dijo su mamá-, tú no estás bastante grande para ir hasta Madrid a ver al Rey.

El pollito se hizo el desentendido.

-Si vas a ir Medio Pollito, hazlo, ¡pero con la seguridad de que ayudarás al que necesite ayuda! –le gritó con tristeza la gallina.
El Medio Pollito que nunca obedecía, no escuchó el consejo, y siguió su camino con su “qui-qui-ti-pic-qui-qui-ti-pic”.

De pronto, oyó una voz que le dijo: -¡Medio Pollito, Medio Pollito!, soy el agua, pero no puedo seguir mi camino porque la hierba está muy alta y no me deja pasar. ¡Ayúdame, ayúdame!

-No, -le dijo Medio Pollito-, -yo voy a ver al Rey y no te puedo ayudar, y siguió su camino con su “qui-qui-ti-pic-qui-qui-ti-pic”.

Pronto oyó otra voz que le dijo: ¡Medio Pollito, Medio Pollito!, soy la lumbre, pero no puedo quemar porque no tengo varas. Por favor ¡ponme unas! ¡Ayúdame, ayúdame, Medio Pollito!
-¡No!, No puedo, porque voy a Madrid a ver al Rey, -dijo Medio Pollito y siguió su camino.

Y cuando ya veía a lo lejos los grandes edificios de la ciudad, oyó una tercera voz que le decía: ¡Pollito, Pollito! Soy el viento que está aquí detrás de estas ramas, pero son tantas que no puedo pasar. ¡Ayúdame, ayúdame, Medio Pollito!
-No, no, porque voy a ver al Rey y ya se me hace tarde –dijo el pollo.

Al Poco tiempo llegaba Medio Pollito al palacio del Rey pero en vez de entrar por la puerta del frente entró por la de atrás.
-¿Qué quieres? –le preguntó la cocinera cuando lo vió.
-Yo soy Medio Pollito, que vengo a ver al Rey.
-¡Ah, ah, ah! –dijo la cocinera riéndose. Ya lo creo que lo verás, como que ahorita mismo voy a ver si sirves para la cena del Rey.

Y diciendo esto, cogió a Medio Pollito y lo metió en el agua.
-¡Ah, ah, ah!, agua, ¡no me mojes tanto por favor!
-Tú no me quisiste ayudar cuando tuviste ocasión, ahora yo tampoco te ayudaré, -dijo el agua.

La cocinera cogió a Medio Pollito y lo puso en la lumbre.
-¡Ah, ah, ah!, fuego, ¡no me quemes por favor!

-Tú no quisiste ayudarme cuando tuviste oportunidad; ahora yo tampoco te ayudaré, -contestó el fuego.

Habría sido ese el fin del pollito, si no hubiera habido la casualidad de que la cocinera fué a verle y se dió cuenta de que no estaba muerto.
-¡Oh!¡Oh!, -gritó la cocinera- si no es más que un Medio Pollito. No sirve, pues, para la cena del Rey.

Y cogiendo al pollito, lo arrojó fuera de la ventana.
-¡Ay!¡Ay!, -dijo el pollito. -¡Qué frío está haciendo! Viento, viento ayúdame, no soples tan frío; pero el viento no hizo caso y siguió soplando hasta que lo subió a la montaña más alta de Madrid y allí está todavía como castigo a su desobediencia.

Beatriz Palavicini

Tomado del Libro “Alma Latina”

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