Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

martes, 1 de enero de 2013

Reflexiones

Ámense

Ustedes nacieron el uno para el otro y estarán juntos para siempre. Ustedes estarán juntos cuando las alas de la muerte esperanzan sus días. Si, estarán, juntos incluso en la silente memoria de Dios. Pero permitan que haya espacio en su cercanía, y dejen que las brisas de los cielos dancen entre ustedes.

Ámense el uno al otro, mas no hagan del amor una atadura. Dejen que haya un mar en movimiento entre las playas de sus almas. Llénense mutuamente las copas, pero no beban de una sola copa. Compartan su pan, pero no coman del mismo trozo.

Canten, bailen y alégrense, pero cada uno sea independiente; hasta las cuerdas del láud, están solas aunque vibren con la misma música. Den su corazón, pero no en prenda, pues sólo la mano de la vida puede contener los corazones.

Y permanezcan juntos, pero no demasiado; porque los pilares del templo están aparte, y el roble no crece bajo la sombra del ciprés, ni el ciprés bajo la del roble.

Jhalil Gibrán

“El matrimonio es una sucesión de etapas, en las
que siempre tiene que prevalecer el respeto”.

Aunque sabemos que la historia de vida no comienza con el matrimonio, por lo menos sí le podemos asegurar que ésta es una forma de iniciar a vivir. Afortunadamente todos tenemos peculiaridades propias, por lo tanto, cada uno es distinto, y eso es precisamente lo que nos une a nuestra pareja, la cual tiene que valorarnos, y nosotros a él (ella). Decía una famosa canción: “se hace camino al andar”, es decir, que si decidieron unir sus vidas es en principio porque ya se conocen, por lo menos lo suficiente como para saber que pueden caber juntos en el mismo lugar.

No te Enamores del Amor

Enamórate de alguien que: te ame, te espere, te comprenda aún en la locura; de alguien que te ayude, que te guíe, que sea tu apoyo, tu esperanza, tu todo.

Enamórate de alguien que no te traicione, que sea fiel, que sueñe contigo, que sólo piense en ti, en tu rostro, en tu delicadeza, en tu espíritu y no en tu cuerpo o en tus bienes.

Enamórate de alguien que te espere hasta el final, de alguien que sea lo que tú no elijas, lo que no esperes.

Enamórate de alguien que sufra contigo, que ría junto a ti, que seque tus lágrimas, que te abrigue cuando sea necesario, que se alegre con tus alegrías y que te de fuerzas después de un fracaso.

Enamórate de alguien que vuelva a ti después de las peleas, después del desencuentro, de alguien que camine junto a ti, que sea un buen compañero, que respete tus fantasías, tus ilusiones.

Enamórate de alguien que te ame. No te enamores del amor. Enamórate de alguien que esté enamorado de ti.

Anónimo

“La felicidad de un hombre casado, depende
de las personas con quienes se ha casado.”
Oscar Wilde
Tomadas del Libro: “Reflexiones y Pensamientos
para lograr un Matrimonio Feliz”

Historia

Salvatierra, una Lectura Profana
El Escudo de Armas (II Parte)

El Púrpura

Las tardes en Salvatierra, ya cuando el sol declina sobre sus campos, son púrpura. Púrpura como el color de los cardenales, como la casulla del sacerdote. El púrpura representa la caridad que cubre los pecados. Representa la caridad porque recuerda el fuego del amor de Dios, y el del prójimo. corazón inflamado de amor. El Padre Eterno viste de púrpura.

Es también el poder imperial, inevitable no relacionarlo con el llamado Primer Imperio de Agustín de Iturbide, quien el 6 de enero de 1812 mandó celebrar solemne Misa de Función en honor a Nuestra Madre Santísima de la Luz, para nombrarla Patrona de la Guarnición de Civiles, y para 1815, después de la Batalla de Batanes (16 de abril de 1813) contra el general insurgente Ramón López, y del fusilamiento de al menos 25 liberales, pese a que tres héroes salvaterrenses estaban unidos al movimiento insurgente: el brigadier Miguel Sánchez, el capitán Ignacio Centeno y el presbítero Mariano Abad y Cuadra; ya como libertador de la Patria, Iturbide nombró a la Santísima Virgen como Generala de los Ejércitos de Mar y Tierra, imponiéndoles las insignias, la banda y el bastón de mando. Al púrpura se le asocia con la realeza y, en contraste, con la caridad practicada por San Esteban de Jerusalén, porque rezaba mientras lo apedreaban.

El segundo cuartel es el verano, tiempo de cosechas, desde esta particular lectura. Las plantas de Cristo simbólicamente son las espigas de trigo, tres espigas son la Trinidad, la fuerza de la nueva alianza. El tres también representa el alma, las clases de criaturas intelectuales: ángeles, demonios y hombres. También tres fueron los días que pasaron Cristo y Lázaro en la sepultura. Y los días que pasó Jonás en el vientre de la ballena. Tres representa al espíritu. Lo espiritual. Las lenguas sagradas. Las partes del alma. La perfección. El tríangulo. Las veces que Cristo se apareció después de la resurrección. Las veces que Pedro –el hermano de San Andrés- negó a su maestro. Las veces que Cristo pidió a su padre que lo apartara del cáliz de la amargura. Las virtudes teologales. El trigo es la abundancia de la tierra. La Eucaristía.

Tres representa al espíritu. Lo espiritual. Las lenguas sagradas. Las partes del alma. La perfección. El tríangulo. Las veces que Cristo se apareció después de la resurrección. Las veces que Pedro –el hermano de San Andrés- negó a su maestro. Las veces que Cristo pidió a su padre que lo apartara del cáliz de la amargura. Las virtudes teologales. El trigo es la abundancia de la tierra. La Eucaristía. La naturaleza humana de Cristo. Las buenas obras. El pan de la comunión. Es Cristo y la Virgen María. Por eso está sobre plata: la castidad, la firmeza, la integridad. La Pureza. Los campos de trigo simbolizados en tres haces son los campos de humildad. La Iglesia Militante.

Salvatierra se encuentra en el centro de un triángulo equilátero formado por las cabeceras municipales de Acámbaro, Yuriria y Apaseo el Alto. Al sur, tiene gran relación con Yuriria, ubicada en la Ruta del Arte Sacro, y al norte, con Apaseo el Alto, en la Ruta de las Artesanías. Pueblo fronterizo entre los imperios Mexica y Purépecha. Ahí, en ese centro, en ese Ojo de Dios, 182 años antes de que en Palermo, Italia surgiera la advocación a Nuestra Madre Santísima de la Luz, luego de que una monja fuera ungida con su presencia (1722), en Pátzcuaro, Michoacán, las luces de la madre de Jesús el Crístico ya abrazaban el Valle de Guatzindeo, la otra banda y la ciudad, porque si bien se afirma que la imagen de Nuestra Madre Santísima de la Luz data de 1539, llega a Salvatierra, según registros, en 1540.

Propio del otoño son los vientos, el giro de las aspas, la evolución, por ello el primer cuartel está destinado a la cruz de San Andrés. El tercero también, sólo que ahora no lo envuelve el púrpura sino el oro. Si el púrpura es el poder imperial, el oro es el poder temporal. El oro es la paz, el amor, las buenas obras. La caridad. La dignidad, la fidelidad, la justicia, la luz, pureza. También la realeza, las riquezas terrenales. La sabiduría y el silencio. El sol. La verdad.

El invierno nos recibe con el Puente de Batanes, con su triple arco y sus lecturas: unión del Valle de Guatzindeo y la nueva ciudad; el triunfo de Agustín de Iturbide, pero si aceptamos que hay casualidades y casualidades, podríamos apreciar que el puente también es la alianza de Dios con los hombres, el paso de los peregrinos. Andrés nació en Betsaida, siguió al principio a San Juan Bautista y le dejó para hacerse discípulo de Cristo y convertirse en pescador de hombres.

Cruz o cruzar significa el encuentro, algo que sucede en las relaciones que se establecen entre los seres vivientes, vegetales o animales, y los hombres. La Cruz expresa el principio: “como es arriba es abajo”, de los conocimientos de Hermes Trismegisto. También significa lo positivo y lo negativo, los elementos: arriba aire; abajo tierra, fuego y agua. El cuerpo humano, de pie y con sus brazos extendidos a sus flancos, representa la conexión de la tierra con el cielo.

Además representa la dualidad del hombre, positivo y negativo, y se le reconoce como el Gran Tetra Pramatón. Leonardo Da Vinci inscribió esta figura humana dentro de un círculo, el Hombre de Vitrubio, representación gráfica de las proporciones perfectas que muestran el universo y la estética en el arte. Luego de estas incipientes anotaciones, se puede comprender que el Apóstol Andrés sufrió el martirio sobre una cruz de esta forma. Se le representa como una “X”. Pero también son representaciones del torno y del molino, el encuentro en la evolución, en el crecimiento.

Tomado del Libro: “Salvatierra, una Lectura Profana”
de Luis Montes de Oca y Sergio Hernández Saucedo


Historia y Evolución de Salvatierra

La Vida Colonial Salvaterrense, 1644-1810

La Llegada de los Religiosos Carmelitas (continuación)

Llegó él a Huatzindeo para ejercer el oficio de escribano público auxiliar del de Zelaya en 1630, por esos años, el alcalde mayor de Zelaya nombró a un teniente de alcalde mayor en el pueblo de Chochones para que lo representara. Don Agustín de Carranza y Salcedo congregó a los vecinos para que se avecindaran en él, además, no es circunstancial que un religioso Carmelita: fray Agustín de la Madre de Dios, predicara en la misa de acción de gracias al Espíritu Santo por la fundación de la ciudad el 1 de abril de 1644, por lo tanto, no hubo nada de extraño en la excesiva agresividad que mostraron hacia él los religiosos Franciscanos. Todo indicaba pues, la decidida intención de los Carmelitas de penetrar en estas tierras consideradas franciscanas, con el beneplácito de los vecinos poderosos de la villa de Zelaya y del virrey.

No es de extrañar también, que a tan sólo diez días de haberse constituido el cabildo, éste otorgó la primera merced de tierras a los religiosos del Carmelo para establecerse en Salvatierra, el 11 de abril de 1644. La merced consistió en un gran terreno de 660 varas de largo por 300 de ancho, dicha merced, fué confirmada por el virrey don García Sarmiento de Sotomayor, en tan sólo, un mes y diez días después, el 25 de mayo de ese año, cuando apenas se empezaba la traza urbana de la ciudad, el documento de confirmación, en su parte sustancial, manifiesta:

“Y ruego y encargo al señor Obispo de la ciudad de Valladolid, provincia de Michoacán, y a su Provisor y Vicario General, dé al dicho Padre Provincial y a los que le sucediesen, el favor que se pidiere por de su parte y fuere menester para dicha fundación:”

“Y mando al Cabildo y Regimiento de la dicha ciudad de San Andrés de Salvatierra asistan y ayuden en cuanto sea necesario a los Religiosos y a quien se encargase de la obra, para que se perfeccione y acabe a la brevedad posible”

“Fecho en México, a 25 de mayo de 1644 años. – El Conde de Salvatierra. Por mandato de S.E., Luis de Tovar Godínez (Rúbrica)

Edificaron los Carmelitas una capilla provisional en la parte posterior del templo actual, la cual se dedicó el 25 de noviembre de 1644, para la construcción de la actual iglesia y convento, se les otorgaron varias concesiones y mercedes, encomendó la provincia de San Alberto su construcción al lego fray Andrés de San Miguel. La obra se terminó y dedicó a San Ángelo Mártir, el 6 de febrero de 1655, recibió la confirmación real hasta el 18 de noviembre de 1799. El convento tuvo en principio la categoría de vicariato, pero pronto, el 2 de noviembre de 1648 se le ascendió a priorato, siendo su primer prior fray Diego de Cristo.

Por acuerdo del definitorio de la provincia, en 1652, se propició el sustento de estudios mayores en teología moral en Salvatierra, y cinco años después, se consideró provechosa la fundación provechosa la fundación del colegio de Artes y Oficios, con lo que favorecería la formación intelectual y religiosa de los carmelitas salvaterrenses. Después de la primera merced de tierras que recibieron para la edificación de la iglesia y el convento, tuvieron las siguientes: en 1645, el Cabildo les otorgó un sitio para ayuda del convento; el 1 de agosto de 1648, se les entregaron otros dos sitios, uno de cantera y otro de calera, para ayuda de la fábrica de materiales para el convento; el 18 de mayo de 1652, se les otorgó otro sitio de 500 varas de largo dentro de la ciudad, para asentar las viviendas de los peones y servidumbre del convento y construir el apeadero del Carmen; el 7 de noviembre de 1653, el Cabildo les dió posesión de las tierras del potrero de San Elías. No fueron éstas todas las concesiones y mercedes que tuvieron, pero sí las primeras que ayudaron a su asentamiento y desarrollo en Salvatierra.

El Puente de Batanes o Fray Andrés de San Miguel

El Cabildo de la ciudad solicitó desde los trámites para la fundación, se hiciera un puente sobre el río Grande, por ser necesario el paso del comercio y la justicia. Éste hizo la propuesta a los religiosos Carmelitas para que tomaran la obra, encomendando éstos, a la vez, la dirección a fray Andrés de San Miguel, con un presupuesto inicial de un mil pesos. Para sacar el costo, se determinó también se cobrara el derecho de pontazgo a las recuas y ganado que pasasen, y una vez cubierto dicho costo, el paso quedaría libre.

La obra se inició el 23 de julio de 1649, terminándose en un poco más de 180 días, en el informe de Cabildo se refiere que el puente constaba de 220 varas de largo, ocho y media de ancho, 14 ojos, 16 estribos, y dos ermitas en sus remates que lo hermoseaban. El costo del puente llegó a la cantidad de 4,419 pesos y 5 reales, para garantizarlo, el Cabildo por convenio celebrado con los religiosos el 8 de mayo de 1650, los autorizó a cobrar el pontaje en las ermitas desde ese año hasta 1652.

Al retirarles el Cabildo la autorización para cobrar, se provocó un litigio con los religiosos, cuyo adeudo reclamado ya ascendía a los 15,000 pesos con los réditos. El ayuntamiento tuvo que rentar los pastos y tierras de la ciudad, y a final de cuentas, otorgarles más mercedes de tierra. Contaban los padres Carmelitas, como era común entre ellos, con magníficos ingenieros y arquitectos, siendo una de las lumbreras de su tiempo fray Andrés de San Miguel, estaba considerado como el mayor astrónomo e hidrógrafo en esos días.

Era natural de Medina Cidonia, España. Vió la luz primera en el año de mil quinientos setenta y siete, pasó a la Nueva España, y tomó el hábito de lego en la orden del Carmelo en la ciudad de Puebla de los Ángeles en el año de 1598. Cuenta la tradición que viniendo de España y aún seglar, estuvo a punto de naufragar, ofreciendo a la Virgen del Carmen que si le salvaba la vida, entraría de lego en algún convento de su orden, cosa que cumplió.

Estudioso de las matemáticas y otras disciplinas, e impulsado por sus superiores, en los cuarenta años que vivió en su vida de lego, fué no sólo el arquitecto que dirigió cuantas obras se hicieron en la provincia carmelita de San Alberto de México, sino el consultor universal de todo el reino, en los ramos de arquitectura, mecánica e hidráulica. Murió a la edad de setenta y siete años en la ciudad de Salvatierra. En el momento de su muerte se encontraba dirigiendo la fábrica del convento del Carmen, y los trabajos preliminares para la construcción del puente que cruza el río Grande –hoy Lerma-.

Escribió numerosos tratados, siendo los principales: el de Arquitectura, el de Hidráulica. Las Obras de Desagüe de las Lagunas de Zumpango en Texcoco, un tratado sobre frutas y verduras, uno sobre cómo secar los manantiales de las minas, demostrado matemáticamente, y el de sobre las verdaderas medidas del Arca de Noé.

Entre sus construcciones se encuentran: el convento de Coyoacán, el convento antiguo de Celaya, el convento de Querétaro, el convento del Santo Desierto de Cuajimalpa, y cuando se encontraba construyendo el convento del Carmen en Salvatierra y el puente de Batanes, repentinamente lo sorprendió la muerte.


La Hacienda de San José del Carmen

Estas tierras fueron originalmente de don Antonio y don Francisco Gugorrón. Al núcleo de la hacienda propiamente dicho, agregaron los Carmelitas y don Nicolás García Botello, que se las compró, muchas propiedades aledañas, en cuanto a las propiedades carmelitas añadidas a la hacienda, consistieron en mercedes que les otorgó el Cabildo de la ciudad de Salvatierra. Fué primeramente una vecindad de 4 caballerías que recibieron en el mes de enero de 1645, para las obras de construcción de la iglesia y el convento.

El 30 de diciembre de 1652, se les concedió un criadero para ganado mayor junto al arroyo de Tarimoro, teniendo como linderos, las tierras de la calera del propio convento donde estaba un cerro y un ojo de agua hacia la Gavia, la posesión se les dió hasta el 4 de mayo de 1657. El 1 de agosto de 1654, se les mercedó un sitio de calera y cantera, más otra vecindad de 4 caballerías de tierra, cuya posesión se les dió el 17 de noviembre de ese año.

El 23 de octubre de 1658, se les otorgó una merced de tres caballerías en el puesto de Los Herreros (hoy San Isidro), con la obligación de que, de la cantidad en que se tasara, se debería descontar la deuda que tenía con ellos Cabildo de la ciudad, este adeudo era el relativo a la construcción del puente de Batanes. Ese mismo día se les dió otro criadero en las mismas condiciones y términos, que corría desde la cantera y el cerro donde se sacaba la piedra para la cal utilizada en la construcción del convento, hasta el camino a Celaya.

El 2 de enero de 1660, se les concedió otro criadero inmediato al anterior, fué aprobado por el virrey, Duque de Albuquerque, el 2 de marzo de ese año, y se les dió posesión el 12 de ese mismo mes. Hubo otras mercedes a particulares, cuya posesión recayó más tarde en los carmelitas o en don Nicolás García Botello, por la compra que de tales propiedades hicieron.

El 15 de diciembre de 1660, Dña Josefa Bocanegra, como heredera de don Antoni y don Francisco Gugorrón, vendió al convento la primitiva y original hacienda de San José en la cantidad de 4,600 pesos. Después el convento vendió el 3 de noviembre de 1664, esta misma hacienda ya agrandada con las antedichas propiedades y con la calera, a don Nicolás García Botello en la cantidad de 14,000 pesos, además vendían con ella, 3 criaderos con la demasía que había entre ellos.

La hacienda de San José del Carmen nuevamente había de ser comprada por los Carmelitas, a los endeudados herederos de don Nicolás García Botello, en el año de 1725. Esta propiedad, la conservaría la orden del Carmelo hasta la adjudicación de bienes eclesiásticos a mediados del siglo XIX.

Tomado del Libro: “Historia y Evolución de Salvatierra”
de Miguel Alejo López


Aztlán: origen y destino

Homo Sapiens espaldas frías (continuación)

Beringia permaneció descubierta cuando menos 20 mil años y todo este tiempo estuvieron cruzando grupos de Homo Sapiens y animales dirigiéndose en todas direcciones al cruzar hacia América. Los grupos que cruzaron eran grupos de aproximadamente 100 integrantes, que se dirigieron hacia el Ártico, vivieron de la caza y la pesca y por lo mismo se desarrollaron poco, debido a las condiciones extremas del Ártico. Otros grupos caminaron hacia el norte de Canadá y otros más se fueron hacia el centro y sur de Norteamérica.

En el paso de la última época del Pleistoceno al Holoceno, 10,000 años a.C., se comenzó a calentar el planeta, lo que provocó que el hielo se empezara a derretir, permitiendo que las tribus se desplazaran hacia el sur siguiendo las costas de Alaska, o por el corredor que se abre desde el Yukón hasta Montana, para llegar a las grandes praderas del centro de lo que hoy es Estado Unidos, donde encontraron grandes manadas de animales y exuberantes bosques y praderas, adecuadas para la recolección.

Fué por Beringia por donde llegaron los primeros indocumentados ilegales a América, o espaldas mojadas, como se les acostumbra decir a los mexicanos que en nuestros días se cruzan el río Bravo hacia los Estados Unidos. Aquellos primeros hombres que llegaron a América, al cruzar Beringia, debieron traer las espaldas muy frías. Uno de los lugares donde más grupos llegaron y se establecieron fué en las riberas del Lago Salado de Utah. Posteriormente, todos los grupos de indígenas que se han conocido a través de la historia antigua de América, de ahí migraron hacia todo lo que hoy conocemos como Estados Unidos y México.

Ruta: Utah-Aztlán-Chicomostoc-Tenochtitlán

Las tribus que bajaron, crecieron y se asentaron en las orillas del Lago Salado de Utah, fueron los Shoshones, Utes, Payutes y Goshutes, estos grupos fueron quienes formaron la cultura Anasazi que seguía viviendo todavía 700 años a.C. De dicha cultura del Lago Salado, descienden muchas tribus, entre ellas; Utes, navajos, Apaches, Sioux y Taos, que en 1540 se enfrentaron a los españoles por la defensa de sus territorios.

La localización de Aztlán y el origen de los Aztecas empieza a salir de la mitología y de las leyendas gracias a los trabajos de los lingüistas que han encontrado el mismo origen y una gran similitud entre la lengua de los Aztecas (el náhuatl), y la lengua de los Utes y de los Payutes, tribus asentadas en las riberas del Lago Salado de Utah. Por lo que los Aztecas deben ser considerados descendientes de la cultura Anasazi y hermanos de los Utes, Payutes, Navajos, Apaches, Sioux y Taos, tribus caracterizadas por ser muy aguerridas, características que compartieron los Aztecas, además de la similitud de sus lenguas.

Entre los años 1000 y 1250 d.C., la parte septentrional de América sufrió severas sequías, quedando abandonados muchos campos y poblados. Esto coincide con los tiempos de la migración Azteca, que parte del lugar que ellos habían llamado Aztlán y que es de donde toman el nombre de Azteca, enviados por su Dios principal Mexi, Mextli o Huitzilopochtli, (es Mexi quien da origen al nombre de México, que quiere decir lugar donde habita Mexi, Mextli o Huitzilopochtli).

Varios grupos debieron salir de la región alrededor del Lago Salado, esos grupos migraron hacia el sur buscando mejores condiciones de vida y dejando las desérticas tierras de Utah y se encaminaron por los acantilados rocosos de Nuevo México, instalándose posteriormente en cuevas donde dejaron huellas en el sitio que hoy es llamado Chicomoztóc, (lugar de las siete bocas o siete cuevas). Por ese mismo lugar ya habían pasado otras tribus antes que los Aztecas: los Acolhúas, los Culhúas, los Tepanecas, los Tlatepozcas, los Chalcas y los Talhuicas. Estas seis tribus que se le adelantaron a los Aztecas, también llegaron al Valle de México.

Todas eran tribus muy aguerridas, hablaban náhuatl, y con algunas de ellas combatieron los Aztecas a su llegada. Por fuentes cronológicas indígenas, recogidas por los españoles, los Aztecas estuvieron en Chicomoztóc en el año 1168 d.C., o probablemente 1160 d.C., que es el año que coincide con los 165 años que duró la peregrinación que los llevó hasta el valle de México, donde fundaron Tenochtitlán el 18 de julio de 1325.

Mextli (hijo del maguey, su Dios de la Guerra y del Sol), les ordenó marcharse en busca del lugar donde fundarían su ciudad. En ese lugar debería de haber “un águila posada en un nopal devorando una serpiente”. Atravesaron Nuevo México, pasaron por Arizona, cruzaron por la confluencia del río Guila y del río Colorado (donde quedaron muchos vestigios, por lo que en un tiempo se pensó que ahí se localizaba Aztlán), continuaron su viaje por Sonora, Chihuahua, Sinaloa, Durango, Zacatecas, Nayarit (lugar donde también se han encontrado muchos vestigios de la cultura Azteca, motivo por el cual también se pensó por mucho tiempo que ahí se encontraba Aztlán). Continuaron su viaje por Jalisco, Aguascalientes, Guanajuato, Michoacán, Estado de México y concluyeron entrando al valle de México en el año de 1215. En ese momento inicia la historia de los mexicas o Aztecas, en la tierra a la que más tarde darían su nombre.

Tenoch fue el último guía que los condujo hasta el Lago Salado de Anáhuac y en honor a él, la nueva ciudad que construiría, llevaría el nombre de Tenochtitlán. Los tenochcas, mexicas o aztecas, fueron la séptima tribu nahuatlaca que arribó al Valle de México, cuando todas las tierras que rodeaban al Lago de México estaban casi totalmente ocupadas por otras tribus de inmigrantes provenientes de diferentes regiones, que habían destruido el imperio Tolteca y se habían establecido sobre sus ruinas. Todas esas tribus habían pasado por Chicomoztóc y eran gobernados por el señor de Azcapotzalco, el emperador Tezozómoc.

Los Aztecas se establecieron en el cerro de Chapultepec, en el año 1276, con el permiso del emperador Tezozómoc. Pero poco después pierden una terrible batalla, tras la cual, el reino de Culhuacán los hizo prisioneros y les dieron unas tierras cerca de Tizapán, lugar salitroso, pedregoso e infestado por serpientes, con la esperanza de que se fueran lejos de ahí. Pero los Aztecas eran excelentes cazadores de serpientes y gustaban de comer su carne, por lo que pronto lo hicieron un lugar habitable y cultivable. De Tizapán, se fueron a Iztapalapa y de ahí s un islote pantanoso que a nadie le interesaba, pero justo ahí es donde se encuentran el águila posada en un nopal, devorando una serpiente. Esto sucede el 18 de julio de 1325, fecha en que deciden levantar en ese lugar la Gran Ciudad de Tenochtitlán.

Poco a poco le ganan terreno al lago, clavando troncos en la profundidad, uniéndolos con cañas y ramas que cubrieron con tierra y encima de ésta colocando una capa de lodo del fondo del lago, lo que hizo aquellas tierras (chinampas) muy fértiles. Finalmente plantaron sauces alrededor de las chinampas para evitar la erosión del suelo, de esta manera construyeron un gran número de islas artificiales comunicadas por canales y puentes, lo que dio lugar a una gran ciudad al estilo de Venecia. En estas chinampas se cultivaba maíz, chile, frijol, jitomate, aguacate, cacahuate, calabaza, amaranto, chía, chayote y camote.

Tomada del Libro: “Aztlán: origen y destino”
de: Melquiades González Gaytán


Narraciones

Un Señalamiento de Dios poco Atendido

Estimado lector: todos sabemos, porque lo estamos mirando, que cada día nuestra moral religiosa Católica y Apostólica, así como nuestra ética civil y patriótica disminuye en lugar de crecer, a pesar del esfuerzo de nuestro gobierno por la vía de la educación y de nuestros predicadores religiosos sostienen una lucha continua para superar nuestras deficiencias, a pesar de que sabemos dónde está el mal, pero parece ser que le damos poca importancia al extremo de negar su existencia. Tal causante de todos los males de la humanidad es un Ser terrible, maléfico, invisible y enemigo acérrimo de nuestro Padre Dios, conocido con el nombre de Satanás y su jerarquía de seres malignos igual que él... Esto lo sabemos a través de la palabra de Dios escrita en la Sagrada Biblia Católica.

Como hay muchos incrédulos que dicen: “¿El diablo? ¿Cuál diablo? Esas son creencias son de gente ignorante y supersticiosa. Todos esos mitos no existen. Pues bien, para todas esas gentes van dirigidas las pruebas suficientes, basadas en las liberaciones de enfermos por posesiones diabólicas que realizan los Sacerdotes Exorcistas. En esta ocasión, estimado lector, me voy a permitir presentar la transcripción de un caso ocurrido en España, el cual principia en el número de este mes, para finalizar en el próximo. Te ruego leer con mucha atención.

Exorcismo | Marta, la Poseída

El Exorcismo que yo viví en Madrid
José Manuel Vidal


-”Hic est dies” (éste es el día), dice el exorcista con el crucifijo en la mano.
-No, responde una voz ronca de hombre que sale de la garganta de la posesa, una preciosa chica de 20 años.
-”Exi nunc, Zabulon”, (sal ahora, Zabulón), repite el sacerdote.
-No
-¿Por qué no quieres salir?
-Para servir de testimonio
-¿De testimonio de qué?
-De que Satanás existe.

Se corta la tensión en el ambiente penumbroso de la capilla. Satán luchando contra Dios. Una batalla a la que asisto atónito y en primera fila por primera vez en mi vida. “Esta debe ser la razón por la que me invitó a presenciar el exorcismo. El diablo quiere publicidad”, pienso en medio del shock. Mi mente gira a toda velocidad. Estamos en el clímax de un ritual que, hasta ahora, no encajaba en mis esquemas. Y eso que en el seminario los curas siguieron alimentando mi miedo infantil al Maligno, siempre dispuesto a tomar posesión de un alma. Después del Concilio Vaticano II, el dogma de la existencia del diablo pasó a ser una “parte vergonzosa de la doctrina” y, como tantos otros católicos, también yo prescindí de ella..

El exorcista, José Antonio Fortea, párroco de Nuestra Señora de Zulema, está exhausto. Y eso que sólo tiene 33 años. Pero lleva ya más de una hora luchando, crucifijo en ristre, contra Satanás. Marta (nombre ficticio de la posesa), en cambio, se encuentra tan fresca como al principio y no deja de rugir, bufar, revolverse y agitar su cuerpo como un resorte. Con una fuerza inusitada para una chica de 20 años, más bien menudita y de rasgos dulces. Son las 12:30 de la mañana de un día cualquiera y llevo hora y media presenciando un exorcismo.

Un par de días antes, recibí en mi móvil una llamada especial. Especial no por ser de un cura (recibo muchas), sino por ser de un exorcista católico (hay un par de ellos en España) que suelen mantenerse muy alejados de los periodistas. Quiere invitarme a presenciar un exorcismo. Me quedé de piedra. Asistir a un exorcismo oficiado por un sacerdote autorizado por el vaticano es un auténtico caramelo para alguien especializado en información religiosa. Hasta ese momento y a pesar de llevar más de 20 años en la profesión, lo único que había conseguido fue entrevistar al exorcista oficial de Roma, el padre Gabriel Amorth. Ya entonces, al dedicarme su libro había escrito: “A José Manuel, con mi gratitud y con la advertencia de no tener jamás miedo del diablo”.

Confieso que por miedo decidí devolverle la llamada al padre Fortea y pedirle que dejase venir conmigo a un compañero de la agencia EFE, también especialista en información religiosa. Aceptó. Nerviosos, el día señalado nos desplazamos en coche hasta la Diócesis de Alcalá. Era un día radiante. Llegamos a la parroquia con mucha antelación. Cuestión de prepararse psicológicamente. Por el camino, bromitas y nervios. El exorcista nos había citado en su parroquia, una iglesia moderna, de ladrillo rojo, situada entre pinos. El interior, sencillo y limpio, con un retablo y una gran cruz en medio. En un lateral, la pila del agua bendita con una inscripción: “El agua bendita aleja la tentación del demonio”.

A las 10:30, el exorcista sale del templo y viene a nuestro encuentro. Es alto y delgado. Lleva gafas y una barbita bien recortada. Su aspecto impone. Quizá, por relacionarlo con su profesión de echador de demonios. Embutido en una sotana de un negro inmaculado, su tez blanquecina y su frente despoblada todavía resaltan más. Nos invita a dar un paseo para ponernos en antecedentes del caso.

Siete Demonios

“No soy ningún showman ni quiero publicidad. Si estáis aquí es porque os necesito para liberar a la chica. Tendréis que ser muy prudentes. No podréis dar pista alguna que permita la identificación ni de la muchacha ni de su madre. Prefería que tampoco me nombraseis a mí, pero acepto ese sacrificio en aras de una mayor credibilidad. Pero sólo Dios sabe lo que me cuesta y los problemas que me puede acarrear. Y no tengáis miedo. A vosotros no os pasará nada”. Insiste en la seriedad del tema. Asegura que en el Antiguo Testamento aparece 18 veces la palabra diablo y 21 la palabra demonio. El propio Jesús hizo muchos exorcismos o lo que los Evangelios llaman “expulsar demonios”. Fortea recuerda también que Juan Pablo II ha realizado al menos tres exorcismos reconocidos y advierte que la creencia en el diablo constituye uno de los pocos rasgos comunes a la práctica totalidad de las religiones. “Es el punto ecuménico por excelencia”. Aprovecha para hacer un pequeño repaso por las distintas religiones y épocas históricas y las diversas teorías. Sigo mostrándome incrédulo. Me da la sensación de que trata de condicionarnos buscando justificaciones en la historia.

Para hacerlo aterrizar en lo concreto, le preguntamos detalles del caso. Nos cuenta que se trata de una chica poseída por siete demonios. Que ya expulsó a seis, pero que el último se resiste. “Se llama Zabulón, es un diablo casi mudo pero muy inteligente. Su nombre ya sale en la Biblia. Siempre queda el jefe para el final. Llevo ya 16 sesiones y todavía no he conseguido expulsarlo, cuando en los casos más normales, basta con dos o tres”. No quiere dar más detalles de la endemoniada. Sólo dice que vendrá acompañada por su madre, “que es una santa”, y que la posesión se debió a un hechizo que le hizo una compañera de instituto, a los 16 años. “En una de las primeras sesiones le pregunté cómo había entrado y me respondió un nombre que yo no conocía. Su madre me dijo que era una compañera de clase, que había invocado a Satán para hacer un hechizo de muerte contra ella. Y de hecho, primero estuvo gravísima y a punto de morir. Una vez que sanó, comenzaron los fenómenos raros”.

Desde entonces, su madre empieza a detectar cosas raras en su hija: muebles que se mueven, objetos que se rompen y, sobre todo, una inquina especial hacia los objetos religiosos, cuando era de misa dominical. Hasta que un día, de noche, oye ruidos extraños, se levanta y, cuando abre la puerta de la habitación de su hija, la ve sobre la cama, levitando.
Como no quiere perder a su única hija, comienza a buscar remedios. Habla con el párroco, que la remite a dos famosos psiquiatras. Pero ambos diagnostican que la chica es absolutamente normal. Ninguna explicación científica para los constantes dolores de cabeza que torturan a su hija. Y entonces, María (nombre ficticio de la madre), a sus 60 años, se lanza a la búsqueda de un exorcista. Recorre casi todas las diócesis españolas. Ningún obispo quiere saber nada de su caso. Está ya dispuesta a trasladarse con ella a Italia a ver al padre Amorth, cuando le hablan de un exorcista español que acaba de salir en la tele porque ha publicado un libro, Demoniacum, sobre los exorcismos.

En ese instante vemos llegar un taxi. “Son ellas”, dice Fortea. María, la madre, es pequeña, delgada. Su mirada es todo dolor: “Creo en Dios y sé que, tarde o temprano, liberará a mi hija de las garras de Zabulón. Llevo cinco años de calvario. No lo sabe nadie de mi familia. Ni mis hermanos”, confiesa. María es viuda y, cada vez que se desplaza desde su casa a la cita con el exorcista (prácticamente, una sesión por semana), tiene que inventarse alguna excusa. “No lo entenderían y no quiero que mi hija quede marcada para siempre”.

El Ritual

A su lado, Marta sonríe tímidamente. Pequeña, de grandes ojos negros, un poco tristes, tiene la cara picada de una mala adolescencia. Pelo negro, recogido en una coleta. Los labios gruesos y sin pintar, aunque contraídos en una mueca casi de dolor. Lleva unos vaqueros, un niqui azul cielo de manga corta y cuello alto y unos zapatos negros. Es guapa. Sus ojos llaman la atención, pero más que timidez desprenden miedo, mucho miedo. Me parece una chica de lo más normal que, nos cuenta, estudia Matemáticas en la Universidad. “Es imposible que esté poseída”, pienso para mis adentros.

El padre Fortea abre la capilla, en los bajos de su parroquia donde dice misa a diario, y vuelve a cerrar con llave por dentro. Es pequeña, acogedora. Dentro, penumbra y silencio absoluto. Fuera, un sol radiante. El exorcista pide ayuda para transportar una colchoneta forrada de plástico verde, grande y pesada, para colocarla al pie del altar. La capilla, rectangular, tendrá unos 25 metros cuadrados. Sin ventanas. En el centro, un altar enorme. Encima un mantel blanco y seis velas encendidas, amén de una gran Cruz de Trinidad, apenas iluminada por la luz mortecina de un halógeno. Al fondo, la imagen de un Pantocrátor iluminado y el Santísimo. En un lateral, una imagen de la Virgen con el Niño en brazos.

Nada más entrar en la capilla, madre e hija se preparan para el rito. Marta se pone unos calcetines blancos, mientras su madre saca del bolso un rosario, un crucifijo de unos 15 centímetros y una postal de la Virgen de Fátima, y los coloca al lado de la colchoneta. Trato de registrar el más mínimo detalle en mi mente. Sigo pensando que asisto a un montaje. Marta se recuesta en la colchoneta boca arriba, mirando a la cruz. María se arrodilla a su lado, una postura que no abandonará durante las siguientes dos horas y media. El padre Fortea reza un rato de rodillas, se quita la sotana, bebe agua y se sitúa sobre el extremo de la colchoneta más alejado del altar.

Presiento que el rito va a comenzar. Me siento expectante, en el banco. El exorcista extiende su mano derecha y la impone sobre el rostro de la joven, sin tocarla. Luego, cierra los ojos, agacha la cabeza y susurra varias veces una plegaria ininteligible. Un alarido desgarrador, el primero, rompe el silencio de la capilla, penetra en mi alma y me pone la carne de gallina. No es humano. Es un chillido sobrecogedor y profundo el que sale de la garganta de Marta. Pero no puede ser ella. No es su tono de voz. Es ronco y masculino. El padre Fortea sigue rezando y los rugidos se sucede. Poco a poco, el cuerpo de la joven se estremece vivamente. Su cabeza se mueve de un lado a otro con lentitud al principio, con inusitada rapidez después.

“Sal, Zabulón”
Ante la salmodia del exorcista, la joven gime y se retuerce sin parar. Al instante, el gemido se convierte en rugido desgarrador, altísimo, furioso. El exorcista acaba de colocar el crucifijo sobre su vientre y entre sus pechos, mientras la rocía con agua bendita. Patalea con tanta furia que el crucifijo se cae y la madre lo recoge una y otra vez y se lo vuelve a colocar de nuevo, mientras le acerca el rosario que Marta arroja a lo lejos, con furia. Parece tranquilizarse un poco pero, inmediatamente, vuelve a rugir. No hay un momento de respiro. El padre Fortea acaba de invocar a San Jorge y, al oírlo, la joven grita, bufa, pone los ojos totalmente en blanco, arquea el cuerpo y se levanta toda entera un palmo de la colchoneta. No doy crédito.
-Besa el crucifijo, -dice el exorcista.
-No.
-Jesús es Rey.
-Assididididaj.
-Estás haciendo mucho bien. Por tu culpa, mucha gente va a creer en Dios.
-No.
-Sal, Zabulón, te lo ordeno en nombre de Cristo. Te espera la condenación eterna. No hay salvación para ti.

(continúa en el próximo número)

Libro

HISTORIA DE LA MÚSICA POPULAR MEXICANA

Palmerín: florecimiento de la canción yucateca, 1922-1928

El punto de florecimiento más alto de la trova yucateca coincide sin lugar a dudas con la aparición de Ricardo Palmerín (1889-1944) y la generalización del empleo del bambuco colombiano. Sin embargo, a partir del uso que hizo Palmerín de la forma del bambuco, éste puede considerarse como algo típicamente peninsular. Hay cualidades absolutamente inimitables en Palmerín que lo pusieron indiscutiblemente a la cabeza de sus contemporáneos.

Su fino instinto musical creó sensibles contrastes en sus modulaciones que van desde la tonalidad menor a la mayor. Tenía además una gran habilidad para manejar todas las posibilidades de una tonalidad pero, sobre todo, para distribuir equilibradamente sus motivos. “Peregrina”, tal vez su canción más conocida, es un ejemplo notable en ese sentido. El salto de cuarta ascendente con que se inicia la melodía se convierte, con una absoluta lógica, en un salto descendente al concluir la pieza. El esquema rítmico del motivo se mantiene durante toda la canción y a cada aparición de él se crea un efecto diferente.

Palmerín se distinguía por su identificación con las letras, de manera que verso y música coincidían armoniosamente para formar un solo estado de ánimo en el oyente. Escribió más de cien canciones, la mayoría de ellas creada al impulso o solicitud de la ocasión. “Las golondrinas yucatecas”, “El rosal enfermo”, “Flores de mayo”, “Novia envidiada” y “Semejanzas” son verdaderas obras maestras del género. Desgraciadamente, parte de su producción ha desaparecido, aunque de vez en cuando reaparezca alguna canción que se creía perdida como aquella “Como una estrella”, con letra de Aguilar Alfaro, que ya había sido musicada, poco antes de morir, por el joven Guty Cárdenas con el nombre de “En un minuto de ilusión”:

En un minuto de ilusión que añoro
vertí champaña en una copa azul
y en el fondo tembló una gota de oro
como una estrella trémula de luz.

Así tu vida se filtró en la mía
así me diste amor y juventud
como la estrella trémula que un día
brilló en el fondo de la copa azul.

Afortudanamente, el cantante istmeño Saúl Martínez la rescató para los oyentes en un magnífico disco de homenaje a Palmerín.

Durante los años veinte, la producción de canciones fué inmensa el ambiente, los cantantes, los numerosos eventos (concursos, conciertos de canciones, revistas de tema yucateco en el Teatro Peón Contreras) y una relación con un público en continua demanda de ellas, fueron un constante estímulo para los numerosos cancionistas, de los cuales se podrían mencionar como de primera línea a Enrique Galaz, Ernesto Paredes, Mateo Ponce, Pepe Domínguez, Pepe Gómez, Lalo Santamaría, Pedro Baqueiro, Chucho Herrera y Cirilo Baqueiro García Rejó, hijo de Chan Cil.

Dos acontecimientos del año 1925 son característicos: el concurso de la canción yucateca en el Teatro Principal y el recital de Wilson se dividió en dos partes: en la primera parte cantó arias de ópera, en tanto que en la segunda, acompañado por el conjunto de Ricardo Palmerín, cantó “Peregrina”, “Languidece una estrella”, “Las golondrinas” y “Cuando las aves se alejan”. Parece ser que la combinación de estilos cultos y populares era la costumbre de aquellos años. En 1927, se dió un concierto en el Teatro Principal en donde alternaban un Mosaico mexicano, el Rondo caprichoso para violín de Saint-Säens y más canciones de Ricardo Palmerín Parra, entre ellas dos estrenos: “Cómo puedes pedirme que te quiera?” y “Rosas de primavera”.

También por aquellos años se comenzó a resentir la influencia de los artistas del centro de la república que llegaban en caravanas a la ciudad de Mérida. Por esos años llegó el cuarteto Tamaulipeco, integrado por Barcelata, Cortázar, Agustín Ramírez, Antonio García Planas y Alberto Caballero. “Lirio azul de la montaña” de Barcelata con letra de Luis Rosado Vega es obviamente una obra de inspiración y estilo yucatecos. También en aquella época hizo su aparición en la península la Orquesta Típica Lerdo de Tejada. Esta visita se tradujo en una definitiva influencia en algunos cancioneros yucatecos como Pepe Domínguez, cuya “Mañanita, gentil mañanita” es de indudable inclinación lerdista.

Los Letristas

Sin una amplia referencia a los letristas que participaron en la creación del cancionero peninsular, la historia de la canción yucateca permanecería incompleta. La canción yucateca está construida sobre un verso cuidado lleno de imágenes simbólicas y cuyo ritmo está sabiamente calculado para su traducción en clave, bambuco o bolero.

La mayoría de estos letristas fueron en realidad poetas y literatos de significación en la historia de la literatura peninsular como es el caso de José Peón Contreras, el asiduo colaborador de Chan Cil, y Rafael de Zayas Enríquez, autor de “¿Te acuerdas?” (con música del mismo Chan Cil) y poeta de la Revista Azul, autor de una novela histórica titulada El teniente de los gavilanes y algunas obras de teatro.

Uno de los más fructíferos letristas y principal colaborador de los trovadores fué Luis Rosado Vega (1873-1952) también poeta modernista y autor de novelas y ensayos de carácter social. Dentro de sus obras podrían mencionarse El libro de ensueño y dolor (1907), En los jardines que encantó la muerte (1936), Romancero yucateco (1949), El alma misteriosa del Mayab (1919) y varias obras que hablan de su compromiso con el proletariado y las ideas de Carrillo Puerto: El desastre, Explotaciones cínicas y Un pueblo y un hombre. Rosado Vega fué el autor de una gran cantidad de letras para Palmerín, entre ellas podrían mencionarse, además de la imprescindible “Peregrina”, las canciones “Xkokolché”, “Vestida de blanco”, “Las avecillas” y “Las golondrinas”.

Ermilo Padrón López (1889) es un letrista no menos importante; a su pluma se deben más de setenta canciones, entre ellas “Rayito de sol”, “Cocotero”, “Lirio”, “Rosita de Francia”, etcétera. Probablemente la personalidad de más trascendencia entre los letristas yucatecos es el poeta Antonio Mediz Bolio (1884-1957), excelente mayista, apasionado de las cosas de Yucatán y traductor del libro del Chilam Balam al español. Su inclinación por la evocación maya encontró un fino intérprete en el talentoso Guty, ya que a él se deben las letras de “Yukalpetén”.

Yukalpetén, Yukalpetén
todo pasó, todo acabó
ya se fué Chichén
ya se fué Zaci
y se fué también
Ichcancihó.

Así como el famoso “Caminante del Mayab”: que “va por los viejos caminos y ve arder de tarde las alas de xtacay y de noche los ojos de Cocay”. Ambas canciones son interesantes porque inauguran un estilo de canción culta con sugerencias mayas que no tuvo continuadores.

(continuará…)

El Rincón para Niños

Los Cuatro Ministros Sabios

A cierto rey de Benarés, que tenía cuatro ministros muy sabios, se le ocurrió imponer a su pueblo una contribución muy subida, pero aquellos le aconsejaron que no lo hiciera.

El rey se enfadó muchísimo, despojó a los cuatro de todas sus riquezas y honores y los desterró.

Cuando los cuatro ministros salieron de Benarés llegaron a un sendero trazado por un camello y empezaron a hablar de este animal. Estaban todavía de charla sobre el mismo asunto, cuando se les acercó un mercader diciéndoles que había perdido su camello. Un ministro le preguntó si era cojo el camello; el otro quería saber si no era tuerto del ojo derecho; el tercero inquirió si tenía la cola muy corta, y el cuarto pretendió indagar si no padecía de alguna enfermedad del estómago.
-Sí, dijo el mercader ansiosamente- vosotros lo describís mejor que yo mismo pudiera hacerlo. ¿Dónde lo habéis visto?
-No lo hemos visto nunca, replicó uno de los ministros, pero en el camino están sus huellas.
-¿Cómo? Vosotros le conocéis mejor que yo, -dijo el mercader enojado- porque le habéis encontrado, y luego lo habéis vendido. Me quejaré al rey.

Así lo hizo al punto y el rey llamó a sus cuatro ministros, amenazándoles con un castigo y con la cárcel si no confesaban la verdad.
-Si nunca habéis visto al camello –les dijo el rey -¿Cómo podéis decir que era cojo, tuerto, de cola corta y que padecía de alguna enfermedad?
-Observé solamente tres huellas de pata –dijo el primer ministro, y de la observación deduje que iba cojo de una.
-Y yo ví –dijo el segundo ministro- que las hojas del lado izquierdo de los árboles habían sido comidas mientras que las del lado derecho estaban intactas, por lo que me pareció que el animal era tuerto del ojo derecho.
-De trecho en trecho –dijo el tercer ministro- había en el sendero algunas manchitas de sangre. Me pareció que procedían de picaduras de mosquitos y, por lo tanto, el camello debía tener una cola muy corta, por lo cual era incapaz de ahuyentar a los insectos.
-Observé –dijo el cuarto ministro- que las dos patas delanteras del camello se apoyaban fuertemente en el suelo, mientras que la pata sana de detrás apenas tocaba en la tierra. Por ello deduje que arrastraba las patas traseras por alguna dolencia interior.

Oyendo estas explicaciones, el rey se quedó asombrado de la sabiduría de sus cuatro ministros y les dijo:
-Cuando cuatro hombres, tan sabios como vosotros, me habéis aconsejado no imponer cierta contribución, he debido seguir vuestro aviso, y si me dispensáis volviendo otra vez a mi servicio, siempre me guiaré por vuestros consejos.


Tomados del Libro “Alma Latina”

Leyendas

La Leyenda de Urireo

Tan viejo como el tiempo y presente como el sol.

Con esta sencilla frase podemos describir el viejo Tlaxayacalt o viejo pueblo de Urireo, con sus caprichosas calles y su hermoso Cristo de la Salud; como queriendo ascender al cielo de la mano de María cada quince de agosto. Las raíces etimológicas del significado de su nombre nos compenetran e ilustran en la esencia misma; en el rostro y corazón; en el cuerpo y alma de ese gran pueblo. Del vocablo purépecha que significa “nariz” a “adelante” y que en la lengua Náhuatl se pronuncia Tlayacaque del vocablo Teyancacantiuh; era el nombre que en el siglo XVI se daba a los indígenas que servían de guía en los caminos a los frailes misioneros cuando salían a administrar los sacramentos.

¡Mas viejo que Salvatierra! En el año de 1580 el Virrey de la Nueva España Don Lorenzo Suárez de Mendoza, Conde de la Coruña, concedió autorización para que en ese lugar se fundara un pueblo de indios. Esta doctrina atendida por humildes frailes franciscanos se formó con indios chichimecas y purépechas dispersos en Cópro, Cerro Prieto y Parácuaro. En la Notaría Parroquial de Salvatierra existe un viejo libro que da cuenta de esa comunidad, existiendo desde el primer momento un hospitalillo donde empieza la historia de su hermoso Cristo y de su inigualable devoción a María de la Ascensión.

Con el tiempo tuvo sus propias tierras, el Virrey de la Nueva España Conde de Revillagigedo se las dotó en el año de 1755. Nunca han dejado de trabajar desde sus fundadores los indios: Juan Bautista y Juan Miguel, se han distinguido por su independencia e identidad propias, no sólo económica, sino social y religiosa. Pero, ¿de dónde les viene esa independencia y autonomía? Una antigua leyenda nos revela su secreto.

Dicen las viejas crónicas que nunca permitieron extraños en su pueblo, era ellos, ¡nada más ellos!.

Su conciencia les dicta que son los hombres del maíz; de piel morena y cabellos gruesos, robustos y trabajadores. Las mujeres con sabor a clavo y canela, robustos y trabajadores. Las mujeres con sabor a clavo y canela; caminan por nuestras calles con gracia y salero ofreciendo sus delgadas, blancas y sabrosas tortillas, sin importar el sol, el frío y la lluvia. En ellos no hubo mestizaje, dicen los viejos que para preservar su raza y estirpe, escondían a sus mujeres en las cuevas del pueblo cuando llegaban hombres blancos.

Y sólo así; no perdieron la identidad que tanta falta nos hace hoy a todos los salvaterrenses.

El Fantasma del Museo

Esta narración ha sido reconstruida con documentos de archivo y la crónica periodística aparecida en “El Pequeño Ahuizote” editado en Salvatierra en el año de 1888 e impreso en los talleres tipográficos de Don Francisco Balandra.

Los hechos y sucedidos conmocionaron a la sociedad salvaterrense en el mes de julio de ese año, mes de fiestas y peregrinaciones en honor de la Reina del Carmelo. La jamaica o kermés era la ocasión ideal para la aristocracia salvaterrense del siglo XIX de convivir y tener el roce y las relaciones sociales entre las amistades y parientes. Las jamaicas populares eran por lo regular al medio día o por la tarde, las de la alta sociedad se programaban en la noche. Todas o casi todas eran con motivos religiosos o patrióticos.

Eran las cinco de la tarde. La Plazuela y el Cementerio del Carmen estaban cubiertos de un numeroso gentío; notándose en todos los semblantes de animación y contento. Las entusiastas notas de la danza taurina surcaban el espacio en todas direcciones, arrancando un ¡HURRA! de alegría a todos los concurrentes. Se acababa de abrir el mercado de la jamaica preparada para ese día y cuyo objeto era conocido por todos, recaudar fondos para el Templo del Carmen.

Aún cuando no habían llegado todas vendedoras, sus puestos estaban perfectamente arreglados, notándose en la mayor parte de ellos; el buen gusto; la elegancia; y ese aspecto alegre y encantador propios de su género. Verónica no podía faltar, de una talla deliciosamente mediana, ni alta, ni baja. Parecía que para formar su cuerpo se amasaron rosas y azucenas modelándolas en sobrios lineamientos de escultura. Fino y esbelto era su talle, blancas y pequeñas sus manos que terminaban en pequeñas yemitas de denso nacarado, sus diminutos pies parecían que ni el suelo tocaban.

Su purísimo rostro hacía lucir soberanamente sus ojos de pardo oscuro, grandes de indefinible mirar adornados de rizadas pestañas bajo los arcos triunfales de sus dejas, el perfil de su nariz y su pequeña boca de labios rojos, dejaba entrever una blanca dentadura de marfil, y su opulenta cabellera de color castaño caía suavemente sobre sus hombros.

Esas formas adorables se ocultaban bajo un suave vestido de las mejores telas de la época, dejando escapar las curvas de su angélico busto en perfecta armonía con su alabastrino cuello. Esta sin par hermosura la conocieron los salvaterrenses de finales del siglo XIX. Ante ellos paseaba su prestancia, ocasionando admiración rendida de los hombres y envidia recelosa de las mujeres. Sin embargo lo que le había otorgado la naturaleza, le negó la fortuna, era modesta en su posición social, pues había nacido hija de una mujer que trabajaba de costurera de encopetadas damas.

A las siete y media de la noche estaba el comercio de la jamaica en todo su apogeo, era tal aglomeración de gente que a duras penas se podía dar paso. Los puestos sin excepción estaban perfectamente preparados y servidos, y todos con ricos manjares como para chuparse los dedos; el de las Sritas. Argomedo no dejaban nada que desear, ni mucho menos el tacto y finura con que eran servidos los platillos; el café de la Sra. Margarita S. de Argomedo no tenía precio, acompañado de ricos panecillos; en el puesto de la Sra. y Sritas. Otamendi llamado “La Indita”, con sus ricos tacos, chalupitas y enchiladas; el de la Sra. y Sritas. Espinosa, con su atinado nombre de “La Taurina”, vendiendo toda clase de vinos y licores.

“El Rey Cambrinus” a cargo de Isidro Olace no alcanzó a emborrachar a todos, y eso que no le quedó ni una gota de cerveza.

En todos los corrillos, sólo se veían estos o semejantes comentarios: -¡caramba, qué dulces tan sabrosos venden las Marías!- ¿y qué me dices del pollo servido por las lindas manos de Otilia y Cuca, y de las delicadas hojuelas de Trini? –pero si el atole y los tamalitos que prepararon Cuca y Angelita Villagómez no conocen rival-, pues no se quedan atrás las enchiladas de Chucha Zamora, de Pepa y Juana Torres y de las niñas Rosillo, ni el agua fresca de Basilisa, Concha y Lupe, menos los exquisitos pasteles servidos por Pepita Villagómez y Juanita Romero, ni el sabroso arroz de Adelita, ni los diminutos puros y cigarros de Aurelia, -lo que yo he encontrado más sabroso, decía el visitador del timbre, son los helados del Popocatépetl; pues Chana y Nina merecen patente de privilegio, -la sorpresa preparada por Santiago Scalán con su alegoría de pulques es tan oportuna como la María Sierra y su cabra representando a la Esmeralda de Víctor Hugo; ¡cómo la miraban Don José Argomedo y Don Francisco Llamosa!.

Mientras tenían lugar estos comentarios, la simpática Tella Romero y el joven Miguel Argomedo buscaban por mar y tierra, a los concurrentes, que con sorpresa recibían algún telegrama transmitido por la “Línea de la Caridad”, cuya oficina estaba a cargo de Nicolás Otamendi, los mensajes a Verónica le llovieron, no se daba abasto para leerlos.

La fiesta se prolongó hasta después de las doce y media de la noche, quedando solamente los jóvenes; hombres y mujeres en el puesto “La Taurina”, dónde despachaba las últimas bebidas Don Francisco Sandi. La novedad entre las muchachas casaderas era un joven ingeniero recién titulado en la Ciudad de México; Manuel Medina Montelongo, quién además de sus modales elegantes y buen vestir, poseía el don de la charla amena, graciosa y cautivadora.

Había llegado hacía días, alojándose en la casa paterna de la Calle del Carmen –hoy Juárez #208-, desde el momento mismo de su llegada le impactó la belleza de Verónica, quien fue todo el tiempo la destinataria de sus atenciones. El grupo de muchachos se dispersó, tomando cada quien el rumbo del hogar. Manuel acompañó a Verónica, bastándole solamente la poca distancia del atrio del cementerio a la casa de la Calle del Carmen para convencerla a pasar, a sabiendas de que sus padres estaban ausentes de la ciudad.

De alguna manera, el ambiente de fiesta y la soledad de la casa, propició lo que tenía que suceder, y sucedió. Pero los principios son los principios, y los remordimientos llegan; Verónica no fue la excepción, presa de ellos, tomó el camino fácil de escapar de una realidad. ¡Se cortó las venas!

Tomo mundo asistió a las honras fúnebres, los que la admiraban y las que la odiaban. Por muchos años perduró su recuerdo, pero no bastó para apaciguar los remordimientos de su espíritu.

En la Casa del Museo habita, sale a todas horas, de día o de noche, sólo basta que haya poca frente. Dicen los que le han visto que viste de negro con formas de mujer hermosa.

Tomadas del Libro: “Leyendas, Cuentos y Narraciones de Salvatierra,
Segunda Parte” de Miguel Alejo López

Algo Mío

“Callecitas de mi Tierra”

Callecitas misteriosas de mi tierra
que al andarlas nos reciben con amor;
son cual un arcón
en cuyo interior
mil cosas encierra:

flores de ilusión,
ecos de un ayer,
mística pasión.

Callecitas de romántica belleza
que nos muestran panoramas de esplendor;
cuando la ciudad
en su inmensidad
muestra su grandeza,

días llenos de sol
y en la noche azul
estrellas sin fin.

Callecitas que aún conservan el encanto
que mi patria en muchas partes ya perdió,
el dulce sabor
de la tradición
y la cortesía,
y esa honestidad
que es identidad
de nuestra nación.

Callecitas de casitas encantadas
y unos ojos que nos miran de un balcón;

¿Cómo pago yo
la tierna emoción
que mi pecho embarga,

de vivir aquí,
y morir en ti
tierra de mi amor?

Mario Carreño

Biografía

Emilia Colín Olivares

Emilia Colín Olivares nación en Ciudad Hidalgo, el 30 de agosto de 1928. Estudió en la Escuela Normal de Morelia, y ejerció a cada momento su profesión de maestra. Como escritora y poeta, Emilia se dio a conocer en Juventud progresista, revista publicada por los alumnos de la Normal a partir de 1951. Eran los denominados Integrantes del grupo Bohemia Normalista, de los que destacaron; Jorge Arreola Cortés, Laura Emilia Mediana, Arturo Esperón Villavicencio, Emilia Colín Olivares, Eduardo Cruz del Ángel, José Inés Vieyra, Emeterio Sosa Jiménez y Francisco Vera Molina.

Emilia publicó sus poemas también en la revista Cantera, de donde publicamos aquí algunos. Además de formar parte de la Antología Lampadario, libro que salió a la luz en el año de 1970. Aunque Emilia Colín no es una poetisa muy conocida, debemos reconocer que su forma de hacer poesía es muy singular, y que vale la pena tener un acercamiento a su obra literaria. De la revista Cantera, publicación que conoció el trabajo de Emilia, estos poemas…

Cuántas veces la tarde sonrojada
ocultó su fulgor en el poniente,
mientras yo caminaba enamorada
y apoyada en tu brazo dulcemente.
Cómo se hacía ligera la jornada
monótona del día, si el pensamiento
de los dos comulgaba en la deseada
cita que nos brindara acercamiento.
Y qué triste después esa partida
de los lugares donde el pecho amante
fue regando su vida de estudiante.
Desde entonces te vivo agradecida,
porque tú me enseñaste a cada instante
el más bello secreto de la vida.

Paradojas

Cuando las manos se encuentran
manchadas por impudor;
cuando no se juega limpio
y cometemos traición.
¿No habéis sentido una espina
clavada en el corazón?
Cuando se obtiene algún triunfo
sobre la debilidad,
y hay víctimas reclamando
justicia por su humildad.
¿No deja sabor amargo
la falta de humanidad?
Cuando al correr de los años
no queremos perdonar
las injurias recibidas
de quien debemos amar.
¿No es verdad que la conciencia
nos acusa sin cesar?
En suma, cuando tranquilos
parecemos descansar,
¿nuestra apariencia no encubre?
ciertas ganas de llorar?



Vida y Costumbres en Salvatierra

En la primera mitad del siglo veinte en Salvatierra había una actividad febril. También podemos decir fabril. Siendo las seis y las nueve de la mañana y a las tres de la tarde, la fábrica La Reforma hacía sonar su silbato para dar salida a un turno y, por consecuencia obligada, al inicio de otro turno de labores. Sabíamos, aunque no hubiéramos entrado en ella, que allí trabajaban los aprendices, obreros y oficiales en las cardas, en los tróciles, en los hilados, en el departamento de tejido, unos trabajaban en la tintorería o en el taller, había cabos, maestros y correiteros.

Se fabricaba tela de dril y mezclilla, popelina y camballa. Hubo una temporada durante la cual los niños traíamos pantalón verde por la tela que fué vendida a los obreros. Los niños de Salvatierra traíamos el mismo uniforme. El silbato de la fábrica y las campanadas del reloj de la parroquia dirigían y marcaban los tiempos en la ciudad. Era un gran gusto ver que los obreros llegaban por todos los rumbos de la ciudad, y por la calle Hidalgo formaban hileras; unos iban al trabajo con ánimo y pasos grandes, otros salían de la fábrica con trocitos de algodón incrustado en el pelo y en sus ropas, con el cuerpo cansado y sus pies lentos. Parecían hileras de hormigas.

Hace poco, en los primeros años del siglo veintiuno, un amigo que era empleado de la fábrica, me hizo este comentario: “Tu hermano llegaba cada día con su mandil reluciente de blancura y recién planchado. Por las noches se juntaban las muchachas a jugar en grupo; los niños jugaban a los “encantados”, las niñas a la “matatena”, a la víbora de la mar y formando una hilera corrían cantando: ‘A la víbora, víbora de la mar, de la mar, por aquí pueden pasar, los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán, tras, tras, tras’. Una de ellas era atrapada con los brazos entrelazados de dos zagalas y le preguntaban: ¿Con quién te va, con melón o con sandía? y, según la respuesta formaban una cola o hilera detrás de cada una de ellas.”

Otro juego consistía en cantar: “Doña Blanca está cubierta con pilares de oro y plata, abriremos un pilar para ver a Doña Blanca”.

Se hacía de noche y se retiraban a merendar chocolate en agua o disuelto en atole blanco: el champurrado. Por las noches los días de la semana y con mayor número los sábados y domingos en los portales del jardín grande se vendían y aún existe la costumbre de cenar tacos, tostadas, patitas de puerco en vinagre, buñuelos, tamales de ceniza, de dulce y de chile. O en el jardín de Zaragoza las sabrosas tortas del famoso “gordo”.

Cuando dos jóvenes se encontraban en la calle, levantaban la mano y decían “ora”. Uno preguntaba: ¿a dónde vas? y el otro respondía “pa’rriba” y también “pa’bajo”; algunas calles como la de Hidalgo tienen declive así es que era correcto decir “voy pa’rriba” o “voy pa’bajo”. La verdad era que una linda muchachita los esperaba en el quicio de la puerta para hablar de amores. No se oía lo que se decían los novios pero sí se escuchaba el rumor del Río Lerma y las canciones de amor tocadas en la consola.

En las casas de Salvatierra había unos radios grandes con bulbos también grandes; en ellos se escuchaban las radionovelas de “Chucho el roto” o los “Ladrones de Río Frío” o las novelas de amor, las peleas del “Ratón” Macías y siendo las diez de la noche daba comienzo una novela de terror. El locutor decía: “Apague la luz y escuche...”

Respondiendo a la invitación que me hiciera el locutor salvaterrense Isidro Olace, acudí a los estudios de la radiodifusora en donde se producían las radionovelas en el Distrito Federal. Don Isidro me saludó levantando la mano y continuó en un rincón haciendo gárgaras y sonidos guturales como si estuviera vocalizando para iniciar un concierto.

De pronto, con voz firme y elevada empezó a hacer preguntas y dando órdenes al personal: ¡Chequen todas las conexiones! ¡Limpien el micrófono! ¡Chóforo, ten listas las tasas para el galope de los caballos! ¡Que todos tengan su guión en las manos! ¿Listos?: ¡Comenzamos!

Saludaba al público radioescucha y empezaba el relato de la novela que duraba media hora diaria y los ensayos y la preparación duraban toda la mañana; por la tarde leían y estudiaban el capítulo del día siguiente. Sin pedirlo, me llevaron una silla, refresco, café y galletas. Vi cómo se producían los ruidos de balazos, el galope de los caballos, los golpes y rechinidos de las puertas que se abren y cierran. También los golpes en las peleas con los puños.

En Salvatierra, los domingos en la mañana la familia se dirigía a los templos o “oír misa”. Parecía que las mujeres competían para vestir a la familia con la ropa más limpia y mejor planchada. Al salir de la misa, era obligado el saborear las nieves de agua o de leche. La costumbre continúa y se siguen saboreando los barquillos o los vasos de nieve de limón o de guayaba, de piña o de fresa. Al final del día, las calles se quedaban solas, se oía el silbato del policía, la gente se acurrucaba en sus camas empezando el silbato de la fábrica y las campanas del reloj de la parroquia, para empezar un nuevo día.

Cuando fué instalada la red que surtía de agua a los hogares salvaterrenses, era el agua del río la que se utilizaba para el aseo en general, aún para el baño corporal que se hacía tomando el agua de una tina. El agua para cocinar y beber, se obtenía de dos maneras: una de ellas era pasarlas por una piedra cóncava de cantera llamada destiladera y gota a gota llenaba un cántaro o una jarra de peltre. En la mesa se ponían un o dos botellones de barro decorado y cubierto con una taza del mismo material.

La otra manera de obtener el agua potable, era comprando el contenido de uno o varios cántaros de barro. El “aguador” tocaba las puertas ofreciendo los cántaros de agua que obtenía del venero de la Angostura. La Angostura en esos años cincuentas estaba separado de Salvatierra y caminando íbamos a nadar a una pequeña represa que formaba dicho venero.

Mi mamá me mandaba a recoger agua de un pequeño venero que brotaba de las rocas que sobresalen de los cimientos del templo de San Antonio. Se secó el venero, no sé cuándo. Los aguadores cargaban sus cántaros en unos burros y había otros burros que cargaban huacales con los primeros refrescos embotellados; estas botellas se tapaban con canicas de vidrio y para tomar el líquido con pulpa de guayaba o jugo de limón y tamarindo, se empujaba la canica hacia adentro de la botella con el dedo pulgar.

Los postres en Salvatierra no eran un lujo, eran el producto de una laboriosidad femenina y se servían todos los días. Era tal esta abundancia de guayabas, manzanas, perones y membrillos que, de los muchos sobrantes, se hacían dulces como los ates y conservas. Y qué diré de los cacahuates: se tostaban en hornos o en el comal casero, se hacían garapiñados o se comían cocidos y en vinagre.

Recuerdo que en el Seminario de Morelia nuestros superiores eran rígidos en hacer que se cumpliera con la disciplina y el órden. Eran también estrictos en los estudios y en el juego. Procuraban darnos momentos felices; en el tiempo de posadas nos regalaban aguinaldos que además de frutas y dulces, traían cacahuates.

El Sr. Vicerrector, Don Antonio Álvarez, nos exigía que no comiéramos cuando estábamos formados y, en el tiempo de posadas nos decía que no dejáramos las cáscaras de cacahuate en el piso y aclaraba: “No lo digo por los de Salvatierra, porque ellos se comen hasta las cáscaras”. Regresando a la sabrosura casera, se hacían también rompope, chongos, tamales con sabor a cacahuate y guayaba.

Y cómo olvidar los viernes de Dolores y sí, son inolvidables porque ese día, en la entrada de las casas, se ponían mesas con agua fresca que regalaban a todo aquel que pasaba y esos vasos con agua fresca acompañados con tiras de lechuga y rodajas de naranja y plátano sin faltar la chía que simboliza las lágrimas de la Virgen.

¡Ay, mi Salvatierra, por eso te llaman el Paraíso!

Los viernes de Dolores... Llega la Semana Santa, época de fervor espiritual, época de ponerse en Paz con nosotros, con nuestros semejantes y con Dios. Días pintados de morado, días propicios para la vida del espíritu, son días del:

VIA CRUCIS

Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas.
Clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí en mi torpe mejilla
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.

Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.

Se ha abierto paso en las filas
una doliente Mujer.
Tu Madre te quiere ver
retratado en sus pupilas.
Lento, tu mirar destilas
y le hablas y la consuelas.
Cómo se rasgan las telas
de ese doble corazón.
¿Quién medirá la pasión
de esas dos almas gemelas?

¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel
desde el marco del dintel
te saludó: -Ave, María?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.

¿Cuándo en el mundo se ha visto
tal escena de agonía?
Cristo llora por María.
María llora por Cristo.
¿Y yo, firme, lo resisto?
¿Mi alma ha de quedar ajena?
Nazareno, Nazarena,
dadme siquiera una poca
de esa doble pena loca,
que quiero penar mi pena.

Al pie de la cruz María 
llora con la Magdalena, 
y aquel a quien en la Cena 
sobre todos prefería. 
Ya palmo a palmo se enfría 
el dócil torso entreabierto. 
Ya pende el cadáver yerto 
como de la rama el fruto. 
Cúbrete, cielo, de luto  porque
ya la Vida ha muerto.

He aquí helados, cristalinos, 
sobre el virginal regazo, 
muertos ya para el abrazo, 
aquellos miembros divinos. 
Huyeron los asesinos. 
Qué soledad sin colores. 
Oh, Madre mía, no llores. 
Cómo lloraba María. 
La llaman desde aquel día 
la Virgen de los Dolores.

Profundo misterio. El Hijo
del Hombre, el que era la Luz
y la Vida muere en cruz,
en una cruz, Crucifijo.
Ya desde ahora te elijo
mi modelo en el estrecho
tránsito. Baja a mi lecho
el día que yo me muera,
y que mis manos de cera
te estrechen sobre mi pecho.

¿Quién fue el escultor que pudo
dar morbidez al marfil?
¿Quién apuró su buril
en el prodigio desnudo?
Yo, Madre mía, fui el rudo
artífice, fui el profano
que modelé con mi mano
ese triunfo de la muerte
sobre el cual tu piedad vierte
cálidas perlas en vano.

R R S



Poesías

Otro Año Mas


Otro año mas que queda atrás,
también los triunfos y derrotas,
un nuevo camino se empieza a trazar,
un nuevo año va a empezar.

Empezamos desde cero,
con las ganas de triunfar,
con las ganas de volver a amar,
con el mérito de sobresalir y pasar.

No tengamos miedo,
en cambio, pongámonos a pensar,
lo que queremos alcanzar,
y cómo lo vamos a poder lograr.

¡Vamos, hagámoslo con ilusión,
que Dios bendiga este año,
y nos de su protección!

Por mi parte, les deseo bendiciones
y que siempre tengan prosperidad,
que cumplan sus ilusiones,
este es mi gran deseo para toda la humanidad.

G T R R


Tres Magos de Oriente

Tres magos de Oriente van a visitarle,
tres magos de oriente van a adorarle,
ellos va a ir a regalarle,
mirra, incienso y oro.

No les importaba el tiempo,
el clima o la región,
con tal que vieran al que nos iba a dar la salvación,
después de su sufrimiento, dolor y traición.

Uno era Melchor,
otro era Gaspar
y otro Baltazar,
estos eran los hombres
que a Jesús, José y María iba a alegrar.

Año con año ellos vienen,
para alegrar a miles de niños
con muñecas y carritos,
que al despertar aparecen en su arbolito
o adentro de su zapatito.

G T R R



Los Reyes Magos

Ya llegaron los Reyes Magos
-le dijo un niño a su hermano menor:
-¡vamos a ver qué nos trajeron!,
yo pedí un camioncito, ¿y tú?
-yo para mi un balón.

Corrieron a ver sus zapatos
que dejaron en aquel rincón,
para ver qué encontraban
con toda su ilusión.

Sus zapatos muy lustrados
dos regalos contenían,
los niños con desilusión vieron
lo que ellos temían, galletas y caramelos
fué lo único que ahí había.

-Yo quería un camioncito,
-y yo quería mi balón,
pa’ jugar con mis amigos
allá por el callejón.

Se quedó pensando el niño mayor
y dijo: -Yo creo que los Reyes
también son pobres,
como lo fué “el Niño Dios”

J B



Los Amigos del Jardín

En el jardín de mi pueblo
me gusta sentarme a diario
a convivir con amigos
que somos todos de antaño.

Recordamos viejos tiempos,
hablamos de tantas cosas
viendo pasar las muchachas
de mi pueblo, tan hermosas.

Ya estamos viejitos todos,
ya vivimos mucho tiempo,
pero viejitos y todo
siempre estamos bien contentos.

Recordamos nuestros tiempos
que siempre fueron mejores,
estábamos todos tiernos,
teníamos muchos amores.

Hoy ya solo recordamos,
aquellos días se fueron;
y les digo mis amigos:
“vivan por siempre unidos
en esta buena amistad,
y si algún día partimos,
sólo el tiempo lo dirá...
El Creador lo dispondrá.

J. E R B.




Jesús en el Desierto

Con tu presencia floreció el desierto
feliz, porque pisabas sus arenas
y brotaron hermosas azucenas
en su aridez y su silencio muerto.

Cantó con tu presencia su concierto
de amaneceres y de lunas llenas,
de mares habitados de sirenas,
regalos de tu amor inmenso y cierto.

Ven, Señor, al desierto de mi vida
y tendrá con el rastro de tus huellas
vida la arena de mi sangre hervida.

Y volverás en mis mañanas bellas
y encontrarás mi arena florecida
y mis cuencas vacías llenas de estrellas.

Tomada del Libro: “Mi Desierto, Poesías”
del Padre Rafael Alcántar Mondragón





Sólo Pensamientos

¡Que se respete la vida!,
porque la vida es de Dios y es grandiosa
y se debe detener cualquier daga venenosa
que atraviese el corazón con cobardía.

No hace falta usar puñal, hay quien
mata con esmero,
con la crítica infernal, esa de poco criterio,
o con mirada punzante,
odio bien premeditado
que bien podía rebotar y no causar
tanto estrago.

Avaricia o codicia, envidia o simple nada,
son efectos que destrozan, como daga envenenada,
esa lengua siempre suelta,
como fuego que aniquila,
son los fatales deseos,
de cualquier gente ladina.

¡Que se respete la vida!,
¡porque la vida es de Dios!

I S J.


Siempre Tú

Ven que quiero recordar
nuestros dulces momentos,
ven que quiero recordar
aquellos viejos tiempos.
cuando tú me dijiste: “amor,
¡cuánto te quiero!”,
aunque ahora me queda
el dolor,
que no fuiste sincero.

Mas, vuelve por favor,
quiero verte, ésta vez
no habrá reproche,
quiero darte mi adiós,
entregarte mi ser
hasta el derroche.

Quiero estar junto a ti,
olvidar para siempre
tu partida.

Ven y borra el dolor,
dame un poco de amor
que mitigue mi herida.

I S J



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