Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

miércoles, 1 de febrero de 2012

Narraciones

“El Cielo para los Creyentes”
Por : R M P

“El Cielo para los Creyentes” es el título de una película en DVD que tuve la suerte de encontrar en un puesto de discos de ese tipo. El film es bellísimo: el guión es elaborado por tres doctores ingleses o norteamericanos y en voz del predicador de nombre Estus W. Pirkle. Estos hombres geniales de basta cultura religiosa, con su arte y su palabra, nos transportan hacia una realidad mística percibida por los santos y demás espíritus superiores, que Dios les ha dado ciertos dones admirables. Dice así la reseña:

“Usted verá las puertas nacaradas, las paredes del jaspe, los Santos que pasan a través de las puertas nacaradas. El árbol de la vida. Usted verá a Enoch tomado al cielo y a Elías subiendo al Cielo en un carro de fuego. Usted verá a Abraham sacrificar su vida de su comodidad, etc. Todo esto y mucho más verá usted en el video bastante fabuloso y de un sentido profundamente Teológico, que enaltece la grandeza de las virtudes que Dios ha dado a nuestras almas, en esta y en su próxima segunda existencia, que nos espera a todos. Sí, a todos los que sean merecedores de la Gracia de Dios. Es decir, para todos los creyentes que aman al Señor de todo corazón”.

Los incrédulos, los ateos y los paganos, pueden decir: “Todo eso es pura fantasía, carece de lógica. Los creyentes están equivocados”. Pero los equivocados son ellos al negar la existencia de estas verdades maravillosas que la bondad del Señor nos ha revelado por medio de sus profetas y videntes. Como prueba de ello transcribo dos experiencias de Don Bosco, de su hermosísimo libro “UN PASEO POR EL MÁS ALLÁ”: “POR EL PARAÍSO, EL PURGATORIO, EL INFIERNO”. Los relatos empiezan así:

“Para los que suelen decir que nadie ha venido del Más Allá para decirnos que existe el Paraíso, relato dos hechos históricos narrados y comprobados por la autoridad de un gran Santo de la Iglesia: San Juan Bosco, fundador de los Salesianos.

Santo Domingo Savio. Alumno salesiano, muerto en 1857 y santificado en 1954, después de su muerte se apareció a San Juan Bosco. Este narraba así su aparición a sus jóvenes y a los Superiores de la congregación:

“Me encontraba en Lanzo y estaba en mi habitación. Improvisadamente me encontré en la cumbre de una colina. Mi mirada se perdía en la inmensidad. La llanura que estaba delante de mí era azul y estaba dividida por amplias avenidas en jardines muy vastos. Las flores, los árboles, los frutos eran hermosísimos, y todo lo demás correspondía a tanta hermosura. Mientras miraba y contemplaba tanta belleza, he aquí que escuché difundirse una música muy suave. Eran cientos de miles de instrumentos y todos daban un sonido distinto el uno del otro. A estos se unían los coros de los cantores. Mientras escuchaba estático la celestial armonía, he aquí que ví aparecer una cantidad inmensa de jóvenes que venían hacia mí. A la cabeza de todos estaba Domingo Savio. Todos se detuvieron delante de mí a una distancia de ocho o diez pasos… Entonces brilló un relámpago de luz, cesó la música y se hizo un gran silencio. Domingo Savio avanzó solamente algún paso todavía y se detuvo delante de mí.

¡Cómo era de hermoso! Sus vestidos eran singulares; la túnica blanquísima, que le bajaba hasta los pies, estaba llena de diamantes y estaba tejida en oro. Una amplia cinta roja ceñía su cintura, adornada completamente de perlas preciosas. Desde el cuello le bajaba un collar de flores jamás vistas. Estas flores resplandecían de luz. La cabeza estaba ceñida con una corona de rosas. Los cabellos le bajaban ondulados por los hombros y le daban un aspecto tan maravilloso, tan afectuoso, tan atractivo que parecía… parecía un ángel.

Yo estaba callado y asombrado. Entonces Domingo Savio dijo:
“¿Por qué estás callado y tembloroso?”
–No sé qué decir –contesté. ¿Tú eres pues Domingo Savio?
–¡Sí soy yo! ¿Ya no me reconoces?
– ¿Y cómo es que te encuentras aquí?
–He venido para hablarte, hazme alguna pregunta.
– ¿Son naturales estas maravillas que estoy viendo?
–Sí, embellecidas sin embargo por el poder de Dios.
–¡A mí me parecía que esto fuera el Paraíso!
–-¡No, no! Ningún ojo mortal puede ver las bellezas eternas.
-Y vosotros, pues ¿Qué es lo que estáis gozando en el paraíso?
-Decírtelo es imposible. Lo que se goza en el paraíso no hay hombre mortal que pueda saberlo, hasta que no haya salido de esta vida y se haya reunido con su Creador.
-Ahora bien, mi querido Domingo Savio, dime, ¿Qué es lo que más te consoló en el momento de la muerte?
-Lo que más me causó consuelo en el momento de la muerte fue la asistencia de la poderosa y amable Madre del Salvador, María Santísima. Y esto díselo a tus jóvenes: ¡Que no se olviden de suplicarla mientras viven!”

La otra visión de Don Bosco la tuvo con la presencia de su mamacita de nombre Margarita. Empieza así:

MARGARITA OCCHIENA, madre de San Juan Bosco, moría en 1856. En agosto de 1860 el santo la encuentra no muy lejos del Santuario de la Consolata, mientras él volvía al Oratorio.

“¡Pero como!, ¿Vos aquí?”, -le dijo, -¿Qué no habéis muerto?
-Estoy muerta, pero vivo, -contestó Margarita.
-¿Y sois feliz?
-¡Muy feliz!

Y entre otras cosas, le preguntó que si después de muerta había ido enseguida al Paraíso. Margarita le contestó que no. Le preguntó también si Luis Comollo, Domingo Savio y otros piadosos jovencitos gozaban ya del Premio Celestial. Ella contestó que sí. Finalmente le suplicó para que le hiciera conocer qué es lo que estaba gozando en el Paraíso y le diera una prueba de su felicidad, le hiciera probar una chispa de la misma.

Margarita entonces se mostró toda resplandeciente, adornada de un vestido hermosísimo, con un aspecto de majestad maravillosa y rodeada por un coro de Ángeles. Ella se puso a cantar. Su canto de amor a Dios, de una dulzura difícil de expresar, iba directo al corazón, lo llenaba y lo extasiaba, nos atreveríamos a decir sin forzarlo. Parecía la armonía de mil voces que desde los bajos más profundos subían a los agudos más altos, con una variedad de tonos y de diferencias de modulaciones, hacía vibraciones más o menos fuertes y a veces imperceptibles, combinadas con tanto arte, delicadeza y acorde, que formaban una armonía inefable.

El Santo, frente a esta melodía paradisíaca, quedó tan estático que le pareció estar fuera de sí y ya no supo qué decir o pedir a su madre, la cual, antes de desaparecer, le dijo: ¡TE ESPERO EN EL PARAÍSO!

Yo mismo tuve una experiencia inolvidable. Mi padre murió en 1946 y en el año de 1970, una noche me encontraba no del todo dormido, cuando fijé mi vista hacia la ventana que da a la calle y clarito vi a mi padre que pasó por la calle en compañía de otra persona. LO VI SONRIENTE, COMO MUY FELIZ, SU ROSTRO ERA ILUMINADO POR UNA AUREOLA BELLÍSIMA, pasó lentamente como si hubiera ido dentro de un carruaje. Yo desperté al instante, pero él ya había pasado. Entonces me dije: MI PADRE SE ENCUENTRA EN EL CIELO. Esa noche sentí tanta ternura que de mis ojos rodaron lágrimas de gratitud para mi padre Dios que tanto nos ama y nos hace comprender que un día estaremos en su Santo Reino en compañía de nuestros seres más queridos.

Lector amigo, ¿Te gustó el tema? Por supuesto, es muy interesante tanto para los creyentes, como para aquellos que gustan investigar lo referente a las ciencias espirituales, que ya de ellas se ocupa la moderna Parapsicología que en muchos aspectos coincide con los preceptos de la Sagrada Escritura. PERO SOBRE TODO, no se te olvide “Que el Cielo es para los Creyentes”.

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